Visibilidad para despertar la vocación científica

Falta de referentes, sesgo en la evaluación o estereotipos son algunas de las barreras a las que se enfrentan las mujeres que se quieren dedicar a la ciencia. Estas barreras implican que menos del 30% de las personas que se dedican a la investigación científica son mujeres, según la UNESCO. Para conmemorar el Día de la Mujer y la Niña en la Ciencia, la Universidad Miguel Hernández ha celebrado la IV Jornada “La ciencia tiene nombre de mujer”.

El objetivo de esta jornada es visibilizar las situaciones de desigualdad de las mujeres en el ámbito de la ciencia y la tecnología, así como mostrar las distintas etapas de la carrera investigadora y presentar referentes científicos. Durante el evento, organizado por la Unidad de Igualdad, Centro Interdisciplinar de Estudios de Género (CIEG) y el Instituto de Bioingeniería de la UMH, intervinieron tres investigadoras: María Consuelo Molero Jiménez, Nuria Mollá-Campello y Eulalia Pérez.

La catedrática de Química Orgánica María Consuelo Jiménez Molero explicó en su ponencia su propia experiencia en la universidad desde que comenzó su carrera hasta que se convirtió en catedrática. Jiménez destacó las dificultades a las que se tuvo que enfrentar para conciliar la actividad investigadora con la vida familiar mientras realizó su tesis doctoral y su estancia postdoctoral en la que desarrolló la síntesis y el movimiento de un músculo molecular junto a Jean Pierre Sauvage, quien obtuvo en 2016 el premio Nobel de Química.

A lo largo de la vida académica y profesional, las mujeres se enfrentan a distintas segregaciones por cuestiones de género. Entre ellas, la segregación vertical y la segregación horizontal. La primera afecta a la posición de hombres y mujeres en las jerarquías científicas. Por ejemplo, según datos del FECYT tan sólo el 21% de las investigadoras son catedráticas, la categoría docente más alta. Mientras que la segregación horizontal hace referencia a la concentración en los sectores o disciplinas. Por ejemplo, más del 50% del estudiantado de ciencias son mujeres, salvo en las carreras STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas), donde sólo hay un 12% de mujeres en carreras como Ingeniería Informática. La ingeniera informática y doctoranda industrial en Estadística, Optimización y Matemática Aplicada Nuria Mollá señaló la importancia de crear espacios seguros para las mujeres en estas carreras, así como de darles voz.

Asimismo, Mollá habló del Efecto Matilda para referirse a la tendencia a asociar los logros científicos a perfiles masculinos, aunque sean femeninos. La ingeniera subrayó la importancia de tener como referentes a mujeres científicas para superar esas barreras mentales.

Por su parte, la catedrática de Lógica y Filosofía de la Ciencia y coordinadora de la Red Iberoamericana de Ciencia, Tecnología y Género (RICTYG) Eulalia Pérez centró su ponencia en los estereotipos de género. De esta forma, destacó cómo el simbolismo de género, que consiste en atribuir género a aquello que no tiene, se ha impuesto a la hora de hablar de ciencias como consecuencia de los estereotipos. Estos estereotipos definen metas y expectativas diferentes para los hombres y para las mujeres, además de condicionar su elección.

Aunque se han producido avances, la presencia de la mujer como líderes de la investigación es todavía insuficiente. Según las conclusiones de la IV Jornada “La ciencia tiene nombre de mujer” celebrada en la UMH, hacen falta cambios para reducir la brecha de género existente, así como abordar desde distintos puntos de vista las disciplinas científicas para construir un conocimiento que no discrimine.


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