Margarita Salas, referente de la investigación española

Decimos adiós a la investigadora Margarita Salas, descubridora de la dirección de lectura del código genético, de distintos mecanismos de fabricación de proteínas y de la proteína que permite la duplicación del ADN. Una científica incansable, precursora de la bioingeniería y de la metagenómica, un ejemplo de dedicación que deja un gran vacío tanto en su laboratorio del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa de Madrid como en la investigación biomédica. Margarita Salas (Canero, Asturias, 1938) ha fallecido hoy a los 80 años.

Pasará a la Historia por muchos motivos. Uno de ellos, aunque no gustaba de hacer distinciones entre hombres y mujeres ni estaba a favor de las cuotas, como la primera mujer miembro de la Real Academia de Ciencias de España. Margarita Salas rompió los techos de cristal de la ciencia a base de empeño. Consiguió ser un nombre propio en un mundo que hasta hace poco tiempo invisibilizaba a las mujeres en la ciencia. En abril de 2016, Margarita Salas bromeaba con la circunstancia de que la sala que lleva su nombre en el Museo Didáctico e Interactivo de Ciencias, está justo frente a la de Albert Einstein. Ni más, ni menos.

Margarita Salas estudió el bacteriófago phi 29 ( Φ29 ). Así, descubrió la ADN polimerasa, una proteína que participa en la amplificación de los genes de los virus. De esta investigación surgieron una patente y una técnica muy útiles para secuenciar exomas y genomas completos, estudiar microorganismos y virus que no son cultivables o describir el material genético de muestras ambientales. Estos avances fueron claves en el camino de la investigación básica al punto en que se encuentra hoy: un mundo en el que podemos analizar, replicar y modificar el genoma de casi cualquier ser vivo en un abrir y cerrar de ojos.

Fue discípula de Severo Ochoa durante su etapa en el departamento de Bioquímica de la Facultad de Medicina en la Universidad de Nueva York. Allí, aprendió la biología molecular que después seguiría desarrollando en España. En el mundo de la ciencia es habitual comentar el “pedigrí” científico de aquellos que de forma directa o indirecta han estado relacionados con un premio Nobel. Sin embargo, Margarita Salas construyó una reputación científica por mérito propio. Recibió la medalla del Principado de Asturias en 1997, el Premio Nacional de Investigación Santiago Ramón y Cajal en 1999 y la Gran Cruz de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio, entre otros.

La bioquímica asturiana no solo abrió las puertas a la metagenómica, también a la bioingeniería de la transferencia y la aplicación industrial. La Oficina de Patentes Europea le concedía el pasado 20 de junio de 2019 el premio al Inventor del Año. Hizo doblete: con la distinción a toda una carrera y el del voto popular, algo nunca visto en toda la historia del galardón. El registro de la polimerasa es la patente más rentable de la historia del Consejo Superior de Investigaciones Científicas.

Actualmente, el laboratorio de Margarita salas trabaja en el papel de la proteína p56, también del bacteriófago Φ29, como agente antiviral contra infecciones de la viruela y otros virus similares. La doctora Salas solía decir que “no debe haber jubilación para un científico”. Ella no faltó al laboratorio ni un solo día. La ciencia quedó agrandada por su esfuerzo y hoy empequeñece por su ausencia.

Hasta siempre, Margarita Salas.

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