Desechos de lombriz para resucitar Aznalcóllar

Veintidós años después del accidente minero de Aznalcóllar, hay zonas del terreno que todavía están contaminadas. Por eso, la investigadora Minerva García-Carmona del Departamento de Agroquímica y Medio Ambiente de la Universidad Miguel Hernández (UMH) de Elche ha colaborado en ​un estudio que pretende recuperar los suelos afectados por metales pesados. Éstos pueden suponer un riesgo para el ecosistema, con la aplicación de vermicompost o humus de lombrices.

Según García Carmona, la adición de materia orgánica siempre es positiva porque atrapa los metales pesados, pero los trabajos previos a este estudio, que lidera Francisco Martín Peinado del Departamento de Edafología y Química Agrícola de la Universidad de Granada (UGR) y en el que también ha participado el investigador Yasuo Nakamaru de la Facultad de Bioindustria de la Agrícola de Tokyo, alertaban de que el vermicompost podía ser negativo sobre determinados contaminantes al potenciar la movilidad de ciertos metales. Sin embargo, la investigación actual ha demostrado que ​el humus de lombrices, compuesto de restos orgánicos de gusanos y microorganismos, favorece la retención de los metales pesados​, lo que puede reducir los daños que éstos causan en el ecosistema.

Fuente: estudio “Manejo ecológico del suelo”. Ilustraciones: Vecteezy

Tras el accidente, se reconvirtió a zona protegida los suelos agrícolas afectados para que su uso fuese exclusivamente recreativo, ya que los terrenos sin vegetación eran extremadamente ácidos, con una elevada conductividad eléctrica y un alto contenido en hierro, según se explica en el estudio titulado “The role of organic amendment in soils affected by residual pollution of potentially harmful elements”. La investigación indica que, estas condiciones, unidas a la presencia de metales pesados, son consecuencia de un proceso de contaminación continuada, debido a la oxidación de los desechos de los procesos mineros por una operación de limpieza deficiente con la que lograron, sin embargo, recuperar más de 4.600 hectáreas. 

La ausencia de vegetación se debe a la presencia de elementos móviles como el cobre, el zinc y el cadmio que, por otra parte, se esparcen más debido a la ausencia de plantas y, al no estar inmovilizados, hay un mayor riesgo de transmisión al ecosistema y los organismos vivos porque se introducen en la cadena alimentaria, según apunta el estudio.

La investigación, que se ha desarrollado en invernadero como fase previa a la aplicación sobre el terreno, ha demostrado que la aplicación de vermicompost reduce la solubilidad de cobre, zinc, cadmio y plomo. Pero puede alargar el periodo de asimilación por el ecosistema del arsénico y del plomo, al aumentar lo que los expertos conocen como biodisponibilidad.

La utilización de enmiendas con compuestos de materia orgánica ofrece ventajas, como la mejora de las propiedades de los suelos degradados y el restablecimiento de la actividad biológica en la zona, según los investigadores. Además, permite la retención de metales pesados en el suelo. 

El plomo y el arsénico son dos elementos inmóviles, pero su potencial tóxico es muy elevado, según García Carmona. La investigadora asegura también que, en los terrenos ácidos como la zona de Aznalcóllar, la movilidad del plomo aumenta y, aunque haya poca cantidad soluble de estos elementos en el suelo, el riesgo es alto y el reto es reducir su movilidad a largo plazo, para lo que se utilizan de forma conjunta enmiendas orgánicas e inorgánicas. Así, se emplean residuos de la industria del mármol, como el lodo del corte y el pulido de la piedra, compuestos por carbonato de calcio, para reducir su movilidad a largo plazo.

Asimismo, los investigadores han observado que el arsénico está unido a los óxidos de hierro, que permiten reducir su movilidad. No obstante, García Carmona apunta que el riesgo se encuentra en la fracción soluble, que puede pasar a las plantas.

El carbonato de calcio se aplicó en los suelos afectados durante las acciones de restauración tras el desastre, lo que permitió aumentar el pH de los suelos ácidos y posibilitó el establecimiento de vegetación. En el área estudiada identificaron un total de 27 especies. Los investigadores observaron que las manchas de contaminación estaban rodeadas de unas orlas de vegetación muy identificadas y con distinta tolerancia a la contaminación. De esta forma, las especies más cercanas a los suelos sin vegetación pueden tener potencial para restaurar el área, tal y como apunta la investigación.

La investigación que lidera Martín Peinado demostró que la especie Lamarckia aurea presenta una mayor tolerancia a la toxicidad de los oligoelementos. De esta forma, esta especie puede acumular grandes cantidades de Cu, Pb y Zn sin que eso afecte su capacidad de absorción de nutrientes. 

Lamarckia aurea. Foto: Harry Rose (Flickr).

Por su parte, T. Campestre mostró una buena habilidad para hacer frente a los elevados niveles de contaminación. Por eso, según el estudio, Lamarckia y Campestre son las especies mejor adaptadas a este tipo de contaminación del suelo. Además, la gran concentración de oligoelementos bioacumulados en esta vegetación indica que es posible que estas plantas hayan desarrollado mecanismos de adaptación que les permite vivir bajo estas condiciones de estrés. 

Trifolium Campestre. Foto: Andreas Rockstein (Flickr).

Los investigadores señalan que las concentraciones de Cu, Zn y As en las zonas aéreas son suficientemente elevadas como para resultar tóxicas a la vegetación. En las plantas, se encontró Fe también a un nivel tóxico. Según estos resultados de la investigación, la concentración de Cu en las plantas excede el nivel tolerado crónicamente por el ganado (25 mg kg-1) y en todo tipo de ganado para el Cd (el valor límite es 0.5 mg kg-1). Estos datos indican que hay un riesgo potencial de transferencia de contaminación a través de la cadena alimenticia. Por eso, es necesario controlar la contaminación de los suelos en el área para salvaguardar el ecosistema y la salud humana. 

Riada tóxica en Guadiamar

El 25 de abril de 1998 la comarca de Aznalcóllar, en Sevilla, vivió uno de los peores desastres ecológicos en España cuando la rotura de la Balsa Minera, propiedad de la empresa sueca Boliden AB, provocó un vertido de lodos tóxicos. Los residuos de la mina contaminaron con arsénico, plomo y mercurio 62 kilómetros a lo largo del cauce del río Guadiamar. El lodo se quedó a las puertas del Parque Nacional y Natural de Doñana, aunque las aguas sí llegaron a invadir la región externa del parque. 

El origen del vertido fue la rotura del muro de contención de la balsa de lodos mineros que volcaron 2 hm3 de lodos tóxicos y 3-4 hm3 de aguas ácidas. Según Ecologistas en Acción, este vertido causó la muerte de 30 toneladas de animales. Además, la extrema acidez de las aguas por la cantidad de metales disueltos provocó que el suelo quedase recubierto por un lodo espeso con un valor medio de 8cm.

Los análisis del agua posteriores al vertido mostraron que había grandes cantidades de zinc, el principal contaminante, según apunta un estudio de la Universidad de Granada. La cantidad de sales solubles aumentó porque el agua arrastró partículas de sulfuros y se oxidaron a sulfatos solubles. A su vez, el pH se redujo, lo que provocó que las aguas adquiriesen un color rojizo al oxidarse. 

Tras el accidente, era necesario retirar el lodo, así como solucionar la gran cantidad de agua tóxica que había quedado concentrada en la zona de Entremuros. Depositaron los lodos en la corta de Aznalcóllar. Para eliminar los hidróxidos de metales pesados y separar las sustancias sólidas, la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir sometió al agua a un tratamiento químico y físico para neutralizar su pH. 

En la actualidad, la Junta de Andalucía ha desarrollado un proyecto para la reactivación de la mina de Aznalcóllar. Desde el punto de vista ambiental, este plan incluye intervenciones para rehabilitar los suelos, así como para reforestar. No obstante, las asociaciones ecologistas como WWF, SEO/Birdlife o Greenpeace alertan de que resucitar la actividad minera en la zona puede desencadenar un nuevo desastre ambiental. 

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