No todas las cremas y geles son adecuados para la piel infantil: así debemos leer las etiquetas
Vanessa Zorrilla-Muñoz, Universidad Miguel Hernández y Gema Martínez Navarrete, Universidad Miguel Hernández
La piel es el órgano más grande y realiza funciones vitales para nuestra salud, como la protección contra las infecciones, la síntesis de la vitamina D, la regulación de la temperatura corporal y la provisión de sensaciones táctiles. Sin embargo, pese a toda la responsabilidad que asume sobre sus hombros, la piel a menudo se descuida y no siempre se cuida adecuadamente debido a la falta de conciencia sobre su relevancia.
La solución pasa, sin duda, por una educación adecuada sobre la importancia de la piel, especialmente durante la infancia, para empoderar a las personas para que prevengan enfermedades dermatológicas y se ocupen del autocuidado cutáneo.
Diferencias entre la piel infantil y la adulta
La piel infantil presenta diferencias clave en comparación con la piel adulta: es más delgada, tiene un estrato córneo más fino y produce menos lípidos. Estas características la hacen más susceptible a afecciones cutáneas.
Para colmo de males, la piel infantil tiene una tasa de renovación celular más rápida y menos melanina, lo que se traduce en una menor protección natural contra el daño solar y una mayor probabilidad de quemaduras solares.
Debido a su sensibilidad y delicadeza, la piel infantil puede reaccionar más fácilmente a irritantes, alérgenos y cambios ambientales. Los productos de higiene diaria –jabones, champús, colonias y lociones– pueden producir reacciones como la dermatitis alérgica a corto plazo, o problemas más graves a largo plazo si se acumulan en el cuerpo.
Ingredientes capaces de causar efectos adversos en la salud
La piel infantil es más vulnerable que la adulta. Por ello, existe una reciente preocupación sobre los efectos a largo plazo que puede causar en los niños la exposición continuada a ciertos ingredientes de los productos cosméticos.
Entre estas sustancias, encontramos los parabenos, utilizados como conservantes y asociados con trastornos endocrinos. Además, metales como el aluminio suscitan preocupación por posibles reacciones alérgicas e irritaciones cutáneas, así como por su posible asociación con trastornos neurológicos (aunque la evidencia científica es muy limitada todavía).
En cuanto a las nanopartículas de aluminio, aunque su uso está regulado en Europa, se plantean preocupaciones adicionales por su potencial para penetrar la piel y por posibles efectos tóxicos relacionados con inflamación y daño celular.
Zinc, titanio y ftalatos
El óxido de zinc, un compuesto con un metal pesado permitido en Europa, puede causar sensibilidad y, en casos excepcionales, obstruir poros o provocar reacciones alérgicas. El dióxido de titanio, presente en protectores solares, es considerado seguro siempre y cuando no se use en forma de nanopartículas.
Los ftalatos, usados como plastificantes, especialmente en productos para fragancias, son disruptores hormonales e impactan sobre la testosterona y el nivel de estrógenos.
Finalmente, el formaldehído, usado como conservante y presente en tratamientos alisantes del cabello, es carcinogénico y puede causar irritación cutánea y respiratoria.
Polietilenglicoles en las cremas
Los polietilenglicoles (PEG) presentes en cremas y productos de higiene infantil son utilizados como emulsionantes, humectantes y vehículos para otros ingredientes activos. Pueden llegar a contaminarse en su producción con subproductos como 1,4-dioxano y óxido de etileno, con posibles efectos carcinogénicos y toxicidad para el sistema nervioso.
Por otro lado, los maquillajes infantiles vendidos como juguetes pueden contener metales pesados potencialmente dañinos para la piel y la salud infantil, por lo que es importante prestar atención a los ingredientes y materiales utilizados en estos productos.
Evitemos que los botes de geles y cremas pasen mucho tiempo al sol
Los productos de higiene infantil a menudo vienen en diversos recipientes de plástico que contienen polimetilmetacrilato (PMMA), policarbonato (PC), polietileno (PE), polipropileno (PP) o polietileno tereftalato (PET), éste último incluso en su versión reciclada. Cuando se exponen a altas temperaturas, los plásticos pueden migrar al producto, alterando su composición y posiblemente causando efectos adversos para la salud, ya que son disruptores endocrinos y carcinógenos potenciales.
Para reducir el riesgo de exposición a sustancias químicas dañinas, se recomienda almacenar los productos en un lugar fresco y seco, lejos de la luz solar directa. También conviene evitar el uso de productos con envases deteriorados o dañados y respetar las fechas de caducidad del producto, evitando la contaminación con microorganismos.
En suma, es importante tomar conciencia de los ingredientes utilizados en los productos de cuidado de la piel infantil, leer detenidamente las etiquetas, elegir marcas confiables y buscar, siempre que sea posible, alternativas naturales y ecológicas.
Vanessa Zorrilla-Muñoz, Innovation Agent – Bioengineering Institute, Universidad Miguel Hernández y Gema Martínez Navarrete, Profesora Permanente Laboral en el área de Biología Celular, Universidad Miguel Hernández
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.