Alice Catherine Evans hizo seguro el consumo de leche

Manuel Sánchez Angulo
Profesor de Microbiología UMH

Una de las formas más saludables de empezar el día es tomando un vaso de leche, sea esta entera, semidesnatada o desnatada. Sin embargo, esa acción que ahora nos parece tan trivial, no hace mucho tiempo era una forma de contraer una enfermedad que nuestras abuelas conocían como fiebres de Malta. Fue gracias al trabajo de una mujer que ya no es así.

Las fiebres de Malta, o brucelosis, fueron descritas a mediados del siglo XIX cuando afectaron a las tropas británicas que hacían escala en la isla de Malta para ir a luchar en la Guerra de Crimea. En 1885 el médico militar David Bruce determinó que dichas fiebres las causaba una bacteria y en 1905 el médico maltés Themistocles Zammit encontró que los humanos podían adquirir la enfermedad al consumir leche o queso fresco proveniente de cabras infectadas por esas bacterias. En paralelo, el veterinario danés Bernhard Lauritz Frederik Bang encontró que una bacteria similar producía una enfermedad en las vacas que provocaba pérdida de leche y abortos.

Es en esa época cuando una joven norteamericana de 25 años iniciaba sus estudios para conseguir el título de Bacteriología en la Universidad de Cornell, en Nueva York. Esta joven se llamaba Alice Catherine Evans y había nacido en 1881 en una granja de Pennsylvania. Sus padres eran maestros y granjeros, y todo indicaba que iba a seguir sus pasos ya que en 1901 consiguió trabajo como maestra rural. Pero Alice era bastante inquieta y fue animada por su hermano a asistir a un curso gratuito de la Universidad de Cornell para enseñar a los profesores rurales los recientes avances en Ciencias Naturales y que así ellos transmitieran esos conocimientos a sus alumnos.

Alice Catherine Evans (1881-1975) Microbióloga
WikimediaCommons

Sus profesores de Cornell vieron que Alice tenía unas excelentes aptitudes así que consiguió una beca que le permitiría acabar el grado de Bacteriología en el año 1909, siendo la primera mujer en obtener dicho título en su país. Un año después también consiguió ser la primera mujer en conseguir una beca de estudios de la Universidad de Wisconsin para obtener el título de Máster en Ciencias.

En 1910 acabó sus estudios y Alice Evans tuvo que tomar una decisión. O realizaba un doctorado o comenzaba a trabajar para ganarse la vida. Como no tenía suficiente dinero, la primera opción quedó descartada y optó a un puesto en el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA) dentro de la División dedicada a los productos lácteos frescos. En su solicitud simplemente indicó que se llamaba «A. Evans». Ella recordó que cuando se incorporó a su puesto, los funcionarios del Departamento de agricultura casi se caen de las sillas pues no pensaron que «A. Evans» fuera una mujer. Afortunadamente sus compañeros de laboratorio no tenían los prejuicios de los burócratas y Alice Evans fue aceptada sin más. Tres años después se convirtió en la primera mujer en obtener un contrato fijo en el Departamento de Agricultura.

En esos años se pensaba que la leche y los derivados lácteos eran mucho más nutritivos cuanto más frescos y menos manipulación hubieran sufrido. Sus resultados mostraban algo muy distinto. En 1917 demostró que el consumo de leche fresca de vacas infectadas podía transmitir la brucelosis en humanos y comprobó que la pasteurización de la leche conseguía destruir a la bacteria sin alterar sustancialmente sus propiedades nutritivas.

Sin embargo, sus trabajos no fueron tomados en serio por sus colegas. Principalmente por dos motivos: era una mujer y no había conseguido realizar un doctorado. Se cuenta que una vez fue a dar una conferencia a un grupo de trabajadores de industrias lácteas y que estos se rieron de ella acusándola de estar a sueldo de las compañías que vendían maquinaria para pasteurizar la leche.

Alice Evans no se desanimó. Tardó trece años en convencer a médicos, funcionarios de Salud Pública, veterinarios y granjeros, de que la pasteurización era un método fundamental en la estrategia de evitar la expansión de la enfermedad. En 1925 fue nombrada miembro del Comité que debía estudiar el aborto infeccioso en el ganado. Su nombramiento no sentó bien a algunos de sus colegas. El microbiólogo Theobald Smith dimitió de la presidencia de dicha comisión al enterarse de que Alice Evans sería uno de sus miembros.
En 1928, fue nombrada presidenta de la Sociedad Americana de Bacteriólogos (la actual Sociedad Americana de Microbiología o ASM). Era la primera vez que una mujer ocupaba dicho puesto. Su importante logro se vio empañado por el hecho de que no estaba presente en su nombramiento porque estaba guardando cama por haber contraído la brucelosis. Con gran sentido del humor dijo que – estos bichos me odian por haberles descubierto

En 1930 el Departamento de Agricultura publicó una normativa en la que obligaba a las explotaciones ganaderas a un estabulado más higiénico y a las industrias lácteas a realizar la pasteurización de la leche en la elaboración de sus productos. Tras la implantación de dichas medida, el número de abortos en vacas y la incidencia de la brucelosis en la población descendió significativamente. Y en paralelo la producción de leche aumentó. Por sus numerosos méritos en 1936 fue nombrada Doctor Honoris Causa por el Wilson College de Pennsylvania y por su Alma Mater, la Universidad de Wisconsin.

La Brucella no fue el único patógeno que estudió. A lo largo de su vida científica trabajó también desarrollando un suero para tratar la meningitis epidémica, la parálisis infantil, la enfermedad del sueño y las infecciones causadas por estreptococos. Se retiró del trabajo activo en 1945, pero continuó impartiendo conferencias por todo Estados Unidos para animar a las mujeres a seguir carreras científicas.

Alice Catherine Evans murió el 5 de septiembre de 1975 a los 94 años de edad. En 1983 la ASM estableció los premios que llevan su nombre. Aunque el mejor homenaje que se le puede hacer es pensar en ella la próxima vez que tome un vaso de leche o coma un pedazo de queso fresco.

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