Un estudio de la UMH determina que las personas con discapacidad intelectual pueden realizar ejercicios físicos regulares de alta intensidad

Una tesis de la Universidad Miguel Hernández (UMH) de Elche ha determinado que las personas con discapacidad intelectual pueden alcanzar esfuerzos máximos, a pesar de la existencia de una baja capacidad cardiorrespiratoria, siempre que exista una valoración médica previa adecuada. La autora del estudio “Análisis de la variabilidad del ritmo cardíaco y la incompetencia cronotrópica en deportistas con discapacidad intelectual”, Silvia Guillén García ha trabajado bajo la dirección de los profesores del Departamento de Psicología de la Salud e investigadores del Centro de Investigación del Deporte (CID) de la UMH Manuel Moya Ramón y Raúl Reina Vaíllo.

El estudio ha formulado una nueva ecuación que valora la capacidad cardiorrespiratoria de deportistas con discapacidad intelectual, en especial con Síndrome de Down. Asimismo, contrapone otras formulaciones de la literatura que subestimaba la capacidad de adaptación de deportistas con estas características a un ejercicio máximo, como muestran los datos del cálculo de la frecuencia cardiaca máxima. Silvia Guillén explica que el problema está en la generalización en el uso de las ecuaciones: “Las fórmulas que se utilizan en la actualidad están sobreestimando la incapacidad de las personas afectadas, al utilizarse las mismas que se aplican a la población general y no unas adaptadas a esta población”.

El proyecto se ha llevado a cabo con 28 deportistas de gimnasia rítmica de competición de un club inclusivo de Elche. Muchos miembros presentan cardiopatías asociadas a algunos tipos de discapacidad intelectual como Síndrome de Down, Asperger o X-Frágil. También han participado 11 deportistas de gimnasia rítmica que no presentan ninguna alteración congénita y 7 personas con enfermedades genéticas y un estilo de vida sedentario. Estos participantes han superado un protocolo de estudio consistente en una valoración médica completa, con electrocardiograma de 12 derivaciones y un ecocardiograma Doppler color. Además, se les ha realizado una antropometría -estudio de las medidas del cuerpo humano- así como un estudio en reposo con el que se valora la variabilidad y la frecuencia cardiaca. También, se ha llevado a cabo una ergoespirometría máxima para hallar la frecuencia cardiaca máxima, la variabilidad de la respuesta cardiaca en el esfuerzo y el consumo máximo de oxígeno.

Para valorar la presencia de incapacidad para alcanzar la frecuencia cardiaca máxima prevista –  incompetencia cronotrópica al esfuerzo- se utilizó el índice de referencia IRC descrito por Lauer en 1996 y que calcula la frecuencia cardiaca máxima según la fórmula 220-edad. “Este es el punto donde consideramos que la ecuación de referencia cae en el error pese a haber sido utilizado en importantes publicaciones”, puntualiza la experta. Por ello, se realizó otra estimación en la que se adaptaba el cálculo de la frecuencia cardiaca máxima prevista según las ecuaciones más exactas hasta el momento, “Inbar para personas sin discapacidad y Fernhall para las que sí la padecen”, enfatiza Silvia Guillén.

La doctora es colaboradora del Laboratorio de Análisis y Optimización del Rendimiento Deportivo del CID de la UMH, integrante del comité médico de la Federación Española de Deportes de Personas con Parálisis Cerebral y Lesión Cerebral y jefe de servicio de cardiología del hospital IMED Elche.

 

Lorena Santos

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