Maryam Mirzajani, la estrella fugaz de las matemáticas
Marina Leal Palazón
Profesora de Estadística e Investigación Operativa UMH
Las matemáticas, como los puzzles, requieren energía y paciencia. Para Maryam Mirzajani la belleza de montar un puzzle no se encontraba solo en la obra final sino también el momento en el que tienes todas las piezas y no sabes por dónde empezar. Esta forma pasional de interpretar y comprender las matemáticas le llevaron a dar con la pieza relacionada con uno de los mayor rompecabezas: el movimiento de las partículas
En matemáticas, había un problema que tenía que ver con el billar que nadie conseguía resolver, ni siquiera con simulaciones de ordenador. Este problema, explicado de forma sencilla, planteaba lo siguiente: si al golpear una bola de billar desde cualquier punto de una mesa, esta fuese golpeando los laterales constantemente, asumiendo que no hay fricción, ¿esta bola acabaría siempre en su punto de partida? Además, se planteaba este problema fuese cual fuese la forma de la mesa.
Para tratar de resolverlo se había intentado simular el movimiento de la bola en la mesa. Maryam Mirzajani propuso un novedoso enfoque: reproducir el movimiento de la mesa alrededor de la bola. Esto le permitió descubrir que, efectivamente, la bola siempre cerraba su trayectoria circular. Aunque parezca que este problema no tiene ninguna aplicación práctica, en realidad, está relacionado con el movimiento de las partículas, la física teórica y con cómo el universo llegó a existir; también con la teoría cuántica de campos y con la ciencia de los materiales. Fue este descubrimiento el que le acabó otorgando su reconocimiento en el campo de las matemáticas. Un hallazgo que sigue teniendo implicaciones para el estudio de los números primos y la criptografía.
Sin prisa, pero sin pausa, en el camino de Maryam Mirzajani hacia la Medalla Fields
Maryam Mirzajani nació en 1977 en Teherán, la capital de Irán. De niña quería ser escritora, pero las matemáticas se cruzaron en su camino. Para ella, era divertido dedicar energía y esfuerzo para ver la belleza de las matemáticas. Veía esta disciplina como un rompecabezas o como un ejercicio detectivesco en el que había que conectar los puntos. Pronto sintió que ese era el camino que quería seguir. Claramente, había acertado al seguir su vocación: con solo 17 y 18 años ganó dos Medallas de Oro en las Olimpiadas Matemáticas. Continuó sus estudios en su ciudad natal y desarrolló el resto de su carrera investigadora en Estados Unidos. Allí se casó y tuvo una hija.
Con 37 años, Maryam Mirzajani recibió la Medalla Fields de matemáticas. Esta distinción se entrega a investigadores relevantes de menos de 40 años. Lamentablemente, falleció tan solo tres años después de recibir el reconocimiento.
La segunda mujer en recibir la Medalla Fields fue la matemática ucraniana Maryna Viazovsk el año pasado.
Parte del trabajo de investigación de esta gran matemática se centró en el estudio de las superficies y en cómo estas se distorsionan. La originalidad de sus investigaciones se debe a la novedosa forma en la que planteaba los problemas que estudiaba, y a que utilizó principios matemáticos de diversos campos, alcanzando así un alto nivel de comprensión de los problemas. Y es que su investigación conecta distintas disciplinas matemáticas como la geometría hiperbólica, los sistemas dinámicos, la topología o el análisis complejo.
Cuestión de pasión
La matemática Mirzajani dejó palabras que nos hablan de grandes verdades de las matemáticas: “la belleza de las matemáticas solo se revela a los seguidores más pacientes” o “es como estar perdido en una jungla y tratar de usar todo el conocimiento que puedas reunir para idear algunos trucos nuevos y, con un poco de suerte, podría encontrar una salida”. Estas ideas nos revelaban su amor al conocimiento, su dedicación, constancia, perseverancia y pasión por esta disciplina. Seguramente, esta pasión por el conocimiento, junto con su inteligencia, fueron la clave de su éxito .Uno de los grandes deseos de Maryam Mirzajani al recibir la Medalla Fields era que este reconocimiento animase a otras mujeres a hacer ciencia y disfrutar de ella. Decía: “La parte más gratificante de mi trabajo es el momento «Ajá», la emoción del descubrimiento y el disfrute de comprender algo nuevo: la sensación de estar en la cima de una colina y tener una vista clara.” Aunque reconocía que para llegar a descubrir los secretos del mundo matemático, había que recorrer un largo camino y apoyarse en aquellas personas que comparten con nosotras la pasión por las matemáticas.