¿Es el cerebro humano corrupto por naturaleza?
El cerebro humano no es corrupto, en absoluto. No está en la naturaleza de las personas engañar a sus semejantes. La mayoría de los individuos podemos identificar cuando una persona agrede a otra. Y sentimos repugnancia por el agresor y nos da lástima el agredido gracias a la empatía, una función del cerebro que percibe las emociones que observamos o escuchamos en otros. Sin embargo, el cerebro puede no interpretar la corrupción como un delito repugnante.
A través de las relaciones sociales hemos desarrollado nuestra mente. Tenemos una compleja capacidad comunicativa con la que compartimos ideas y conceptos abstractos. Y hemos integrado la conducta en un sistema ético de relaciones interpersonales que marca nuestras decisiones. Pero si no somos capaces de activar los mecanismos de rechazo ante la corrupción puede ser debido por un lado a una compleja relación entre la causa y el efecto, y por otro lado a que no se identifica a la víctima de manera directa por lo que no se genera el rechazo.
El daño en el caso de la corrupción está muy repartido, por lo que todos somos un poco víctimas. Pero las enérgicas manifestaciones contra los casos de corrupción muestran que nuestro sistema emocional está saturado de causalidades directas ante tantas injusticias.