El monstruo de Frankenstein y el miedo a la ciencia

la ciencia de frankenstein

Frankenstein o El moderno Prometeo, publicada por primera vez en 1818, es mucho más que una novela de terror. Mary Godwin Wollstonecraft Shelley (1797-1851) esbozó esta historia sobre la creación de la vida a partir de la muerte en respuesta a un reto entre amigos, durante una noche tempestuosa, en un castillo a orillas de un lago suizo. Acabaría siendo la obra fundaciónal de la ciencia ficción, como género literario, y una de las novelas más vendidas de todos los tiempos. Pero, además, es un testimonio de primera mano de la ciencia de su época, en plena transición desde la vieja ‘filosofía’ alquímica hacial el positivismo. En cierto sentido, Frankenstein moldeó la idea de la ciencia como herramienta de poder sobre la naturaleza. Durante doscientos años, ha alimentado muchos debates entorno a qué nos hace ser humanos y respecto al miedo al progreso y a los límites de la ciencia.

El argumento de la novela

Baviera (Alemania), finales del siglo XVIII. El joven estudiante universitario Victor Frankenstein se obsesiona con la idea de crear vida, ensambla una criatura a partir cadáveres y la anima. Sin embargo, al ver la apariencia de su creación, Victor se horroriza y la abandona. El monstruo de Frankenstein, rechazado por la sociedad, experimenta una profunda soledad y busca a su creador para exigirle una compañera. Victor acepta a regañadientes y comienza a crear una pareja para la criatura. Pero, finalmente, la destruye, por miedo a que se reproduzcan. En represalia, la Criatura mata a los seres queridos de Victor, quien también muere en el Polo Norte en un intento de dar caza al monstruo para acabar con él.

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“A la luz medio apagada de las velas, vi abrirse el ojo amarillo y opaco de la criatura; respiraba con dificultad y un movimiento convulsivo agitaba sus extremidades… Salí corriendo de la habitación”. Ilustración de Theodor von Holst para la edición de Frankenstein de 1831. Fuente: projectgutenberg.org

Mary Shelley y María Guadaña

La vida de Mary Shelley fue bastante triste, digna de su propia novela trágica. Perdió a su madre, la escritora feminista Mary Wollstonecraft, al poco de nacer. Su padre se volvió a casar y la ignoró por completo. En la juventud, fue amante del poeta Percy Shelley, ya casado, amigo de filósofos de la ciencia pero también de personajes controvertidos como Lord Byron (el padre de la matemática Ada Lovelace). Además, Mary Shelley sufrió la desgarradora pérdida de tres de sus hijos, y de la de Percy, quien no llegó a cumplir los 30 años. La autora vivió siempre tan cercana a la muerte que no es de extrañar que ésta tomase parte central en su obra más conocida.

retrato de Mary Shelley, autora de Frankenstein
El retrato de Shelley realizado por Richard Rothwell se expuso en la Royal Academy en 1840, acompañado de líneas del poema de Percy Shelley The Revolt of Islam, llamándola “hija de amor y luz”. Fuente: Wikimedia Commons.

De filósofos a científicos

Sin embargo, Frankenstein no es una simple consecuencia de las circunstancias de su autora. Es una profunda reflexión sobre la maternidad, la mortalidad, la investigación científica y las obligaciones morales hacia los demás. En el contexto de la ciencia, algunas interpretaciones ven la novela como un símbolo de la búsqueda de la alquimia, mientras que para otras es un reflejo del clima intelectual de la época, encarnando al filósofo natural. Para algunos autores, Victor Frankenstein personifica una yuxtaposición entre dos tipos de científicos prevalentes en esa época: el filósofo reflexivo ejemplificado por Erasmus Darwin y el ambicioso conquistador de la naturaleza encarnado en Humphry Davy. En cualquier caso, la novela invita a la reflexión y la deliberación moral sobre la autoridad de la ciencia sobre el mundo natural

la ciencia de frankenstein

El miedo al monstruo y el miedo al progreso

El trasfondo científico de la obra tiene una importancia particular para los historiadores, ya que ofrece un testimonio de primera mano sobre la percepción social de la ciencia a principios del siglo XIX. Aunque las novelas generalmente no se consideran fuentes primarias para la investigación histórica, Frankenstein se puede entender como uno de los primeros ejemplos del miedo social al progreso científico.

caricatura sobre científicos ilustrados
Ilustración satírica publicada en 1802 que retrata al inventor de la electroquímica Humphry Davy (a la derecha, sujetando un fuelle), al físico pionero en termodinámica Benjamin Thompson (a la derecha de la puerta abierta) y al químico Thomas Garnett presentando sus ‘Nuevos descubrimientos en Neumática y un experimento sobre el Poder del Aire’ en la Royal Institution. Autor: James Gillray. Fuente: Wikimedia Commons.

Ser o no ser cerebro

Sus 177 adaptaciones para el cine y la televisión – suma más que Drácula- han infiltrado en la cultura popular la idea de que el cerebro define a una persona, separado de su cuerpo físico. Es célebre la versión de Gene Wilder y Mel Brooks (El jovencito Frankenstein, 1974), en la que el Dr. Frederick ‘Fronkonstin’ intenta replicar la hazaña de su abuelo Víctor (Frankenstein), para lo que pretende utilizar el cerebro del “científico y santo” Hans Delbrück. Sin embargo, su ayudante Igor estropea el cerebro de Delbrück y lo sustituye por el de “un tal A.B.Normal”. Como resultado, el monstruo tiene problemas para controlar la fuerza, la ira y el apetito sexual, por lo que Frederick y su creación acaban compartiendo a medias sus respectivos cerebros, para intentar alcanzar un equilibro entre impulsividad y sofisticación intelectual. Originalmente, Mary Shelley optó por no explicar cómo se animó a la Criatura en la primera versión de la novela, pero agregó muchos detalles científicos en la segunda edición de 1831. En ese momento, se vivía la antesala de la neurociencia. La humanidad acababa de descubrir la verdadera ‘chispa de la vida’: el potencial de acción de las neuronas.

el jovencito frankenstein, igor escoge un cerebro abnormal
Marty Feldman como Igor en El jovencito Frankenstein 
(Young Frankenstein, Mel Brooks, 1974).
Fuente: 20th Century Fox.

Experimentos con ancas de rana

Igual que en el siglo XXI los avances en neurociencia y neurotecnología generan grandes expectativas en la sociedad, los experimentos de Luigi Galvani en bioelectricidad causaron sensación a finales del siglo XVIII. Galvani propuso que la electricidad fluía a través de los nervios, lo que desafiaba la creencia predominante en la existencia de un ‘espíritu animal’. Estos experimentos, junto con otros realizados en ese momento, llevaron a la creencia popular de que la electricidad podía devolver la vida a un cuerpo muerto. Incluso la familia Shelley recurrió a esta técnica cuando el segundo hijo de Percy y Mary, William, sucumbió a la malaria: “Una vez fue reanimado después de que el proceso de la muerte hubiera comenzado, y vivió cuatro días después”, escribió el poeta en una carta. Pero el éxito de la reanimación eléctrica fue limitado, en el mejor de los casos. Como resultado, la obra de Mary Shelley no solo se ha convertido en la primera novela de ciencia ficción, sino también en el primer símbolo cultural del ciclo de promesa y decepción en las expectativas sociales de la biotecnología.

experimentos de luigi galvani sobre bioelectricidad en ancas de rana que se mueven al recibir un estímulo
De viribus electricitatis in motu musculari commentarius. Cum Joannis Aldini dissertatione et notis. Luigi Galvani, 1792. Fuente: British Library 1502/250. Más información sobre el descubrimiento de la bioelectricidad en https://youtu.be/G9k8r_1X7o0

Natura vs. nutrura

La novela también aborda el debate sobre el peso la naturaleza y el de la crianza en la conformación de la personalidad. Mary Shelley parece posicionarse en el conductismo: la Criatura tiene la capacidad de sentir y expresar amor y empatía, son los factores causales, como ser rechazada por la sociedad y ser abandonada por su creador, los que provocan su comportamiento homicida. En contraste con esta premisa, la autora se inspiró en el concepto de la localización cortical de las funciones de Gall y Spurzheim, cuyas obras había leído poco antes de concebir la historia.  Las observaciones de Joseph Gall y su discípulo Johan Spurzheim dieron origen a la pseudociencia de la fenología -conocida entonces como fisiognomía-, que afirmaba que ciertas funciones mentales estaban localizadas en partes concretas de la corteza cerebral. Mediante estudios neuroanatómicos, intentaron demostrar que la capacidad cognitiva de las personas, la salud mental y la personalidad se podían extrapolar de su fisionomía. Si bien Shelley no atribuyó explícitamente la personalidad de la Criatura a la forma de su cabeza, sí tomó prestadas técnicas descriptivas de la frenología para describir a varios de los personajes de la novela. Por ejemplo, Elizabeth, la prometida de Victor, era “de carácter sensible y dulce”, como indicaban “la amplitud de sus cejas, sus ojos azules y limpios, sus labios y el perfil de su rostro”.

esquema de frenología, la seudociencia que relaciona la forma del cráneo con la personalidad y la inteligencia
Posición relativa de los aspectos intelectuales y afectivos que se pueden extrapolar de la forma del cráneo de una persona, según la pseudociencia de la frenología. Outlines of phrenology (George Combe, 1836).Fuente: Welcome Trust. 

En la cultura popular, el monstruo de Frankenstein ha quedado catalogado como algo a lo que tener miedo. Miedo a lo feo. Miedo a lo muerto. Miedo a lo que no es natural. Miedo a lo que no podemos controlar. Miedo, también, a la ciencia. Cuando en la década de 1970 se desarrolló la técnica de fertilización invitro, se comparó con la cuestionable ética científica de Victor Frankenstein. Lo mismo ocurrió durante la disputa política sobre el uso de células madre en investigación biomédica a principios del siglo XXI. Hoy se dan reacciones parecidas ante la posibilidad de la desextinción de especies. Pero Mary Shelley no plantea una oposición a lo que hace Victor, sino a cómo reacciona ante su creación. ¿Qué hubiera pasado si, en vez de abandonar a la Criatura, hubiera decidido hacerse responsable de su adaptación a la sociedad? Estaríamos teniendo otro tipo de debate entorno a los aspectos éticos la ciencia, quizás sobre la creación de vida a partir de la clonación o de las redes neuronales artificiales. Los mamuts creados a partir de fósiles siberianos y elefantes asiáticos. Las robots, de piel perfecta y actitud servicial, con una memoria parecida a la consciencia pero sin piernas, ni manos, ni sentido del humor. Seguimos creando criaturas. Seguimos generando miedo a las criaturas. “Si no puedo inspirar amor, causaré terror”, dijo el Monstruo de Frankenstein.


Bibliografía y más información en:

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