¿Cómo influye el estado de ánimo en la salud?
María del Carmen Neipp López, Universidad Miguel Hernández
Antes de responder a la pregunta con la que titulamos este artículo, tenemos que saber qué se entiende por estado de ánimo y por salud.
El ánimo es el estado emocional que prevalece en un individuo en un momento dado. En numerosas ocasiones se confunde con las emociones y se hace necesario, por tanto, establecer las diferencias entre ambos conceptos.
La emoción se define como una reacción intensa del organismo ante la valoración de ciertos estímulos externos que produce determinados cambios fisiológicos (en la voz, en las expresiones faciales) y psicológicos (por ejemplo, en la atención).
Diferencias entre emoción y estado de ánimo
Las principales diferencias entre ambos son que el estado de ánimo dura más tiempo, es menos intenso y específico y no necesariamente necesita un estímulo para que aparezca. Por eso, en ocasiones es difícil identificar su causa. Además, el estado de ánimo no tiene expresiones faciales propias, mientras que las emociones básicas sí que las tienen, siendo universales y siguiendo un patrón único en todos los seres humanos.
Por ejemplo, una persona puede inferir que otra se encuentra en un estado de ánimo alegre viendo diferentes expresiones faciales de la alegría (sonrisa, mejillas elevadas, arrugas alrededor de los ojos, etc.), pero no existe una expresión facial distintiva de la alegría.
Cuando dura demasiado tiempo
Los estados de ánimo tienen una determinada valencia, se sitúan a lo largo de un continuo entre un buen estado de ánimo (activado) y un mal estado de ánimo (deprimido). En psicología, cuando un estado de ánimo perdura mucho en el tiempo, genera un malestar significativo e interfiere en diferentes áreas de la vida de una persona (familiar, social, laboral, etc.) se le denomina trastorno afectivo o del estado del ánimo.
Una vez aclarado el concepto de estado de ánimo, expliquemos qué se entiende por salud.
En la actualidad, este concepto se entiende como “el nivel más alto posible de bienestar físico, psicológico y social, y de capacidad funcional, que permitan los factores sociales en los que viven inmersos el individuo y la colectividad”.
Lo relevante de este concepto de salud es la aceptación de que en el estado de salud están implicados factores personales, grupales, sociales y culturales.
Por tanto, es indudable que los diferentes estados de ánimo pueden influir en la salud de las personas y pueden facilitar o dificultar la manera en que las personas de desenvuelven en su vida cotidiana.
El enfado no es un trastorno
En ocasiones, algunas personas se pueden sentir tristes, enfadadas o irritables y pueden decir que están de mal humor, pero eso no significa que tengan un trastorno del estado de ánimo. Como he comentado anteriormente, para que se considere un trastorno es necesario que perdure en el tiempo y dificulte el día a día de las personas, interfiriendo en las relaciones personales, sociales o laborales.
Tradicionalmente, en la literatura científica se ha dado mayor importancia a la influencia de los estados de ánimo negativos o trastornos afectivos sobre la salud que a la influencia de los estados de ánimo positivos.
La OMS indica que los trastornos afectivos (los trastornos depresivos y trastornos bipolares) afectan negativamente a la salud en todos sus ámbitos: mental, físico y social. Es decir, las personas que padecen trastornos depresivos a menudo no tienen interés por realizar actividades cotidianas, se encuentran tristes, tienen baja autoestima, les cuesta mucho concentrarse y tomar decisiones, están irritables, se sienten cansadas, tienen problemas para dormir, suelen experimentar mucho estrés y no se creen capaces de manejar esas situaciones estresantes.
Para solucionar esto frecuentemente es necesario que acudan a profesionales de la salud para que puedan ayudarles a manejar estos estados a través de tratamientos farmacológicos y psicológicos.
Ahora bien, ¿qué pasa cuando estamos alegres, felices y de buen humor?, ¿cómo influye eso en nuestra salud?
En los últimos años, en psicología existe una tendencia a investigar no solo los aspectos negativos y patológicos, sino también las variables positivas relacionadas con la salud. Así, a principios del siglo XXI aparece la Psicología Positiva, que es el estudio científico de las fortalezas y virtudes humanas y de las experiencias positivas que ayudan a mejorar la calidad de vida de las personas.
A más optimismo, mayor bienestar
Uno de los temas centrales de estudio de la psicología positiva han sido los estados de ánimo y las emociones positivas (ejemplo: la felicidad, la risa, el buen humor, la alegría y la tranquilidad, entre otras). La literatura científica indica que estos estados de ánimo positivos potencian la salud y el bienestar y favorecen sentimientos de satisfacción con la propia vida.
Ser optimista, tener esperanza y sentirse más feliz ayuda a que las personas sean capaces de manejar adecuadamente el estrés y las situaciones adversas. Además, las personas que experimentan altos niveles de emociones positivas tienden a experimentar menos dolor y discapacidad relacionados con enfermedades crónicas.
María del Carmen Neipp López, Profesora Titular de Psicología. Universidad Miguel Hernández de Elche, Universidad Miguel Hernández
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.