La relación agua-energía en los campos de regadío
La agricultura fue, hasta la década de 1960, el soporte principal de la economía española. Sin embargo, actualmente este sector emplea solo alrededor del 5 % de la población activa, por lo que España, tal y como señalan los datos del Instituto Nacional de Estadística, ya no es un país agrario. El modo de explotación de los terrenos ha cambiado con la llegada de las nuevas tecnologías a este sector. Disminuye la mano de obra pero aumenta el gasto energético, por lo que se hace necesario determinar la nueva relación agua-energía.
El equipo de investigación Agua y Energía para una Agricultura Sostenible, de la Escuela Politécnica Superior de Orihuela (EPSO), encabezado por la profesora de Tecnología Agroalimentaria y Agroambiental de la Universidad Miguel Hernández (UMH) de Elche Carmen Rocamora, muestra los resultados del consumo energético actual en dos estudios. Las conclusiones de la observación realizada en parcelas de Murcia y Orihuela analizan la eficiencia energética de las comunidades de regantes modernizadas y los costes ligados al mantenimiento de las instalaciones e infraestructuras necesarios para el desarrollo de la actividad.
“La modernización de los regadíos implica un mejor uso del agua porque se pierde menos en el transporte y la distribución”, explica la experta. Sin embargo, el gasto energético se ha disparado. “Antes se transportaba el agua por gravedad o con una cantidad mínima de energía, pero ahora, hay que transportarla y servirla a a los agricultores a presión para los sistemas de riego en parcela”, enfatiza Rocamora. El equipo de la EPSO ha analizado la cantidad de energía que consumen determinados instrumentos claves en el proceso de regadío, como las bombas de agua. Para obtener estos datos se han medido la presión y el caudal, para después compararlos con la energía suministrada. De esta manera se obtiene la eficiencia en los equipos de bombeo, en el transporte y la distribución.
Tras el análisis se comprobó que se podía optimizar el consumo de energía y se plantearon diversas medidas de ahorro y eficiencia en diferentes áreas. Una primera solución sería la dividir las instalaciones en sectores de cota homogénea con el fin de que cada grupo de bombeo consuma la energía demandada por el sector al que suministra agua. Es decir, se lanza la propuesta de organizar el terreno en sectores de cultivo de forma que aquellos que más agua necesiten se agrupen a un lado y los que no necesiten tanta hidratación, en otro. De este modo se puede regar de forma automática y controlada sin despilfarrar agua.
Si esta medida no se pudiese llevar a cabo, se propone una reorganización del reparto de agua en turnos de misma demanda energética, tal y como explica Carmen Rocamora: “Habrá un ciclo para los hidrantes de parcelas regadas por aspersión, que demandan mayor presión; otro para los sistemas de riego por goteo y otro para riego a pie, en el que el consumo energético será mínimo”. Las dos propuestas anteriores pretenden que a ningún hidrante llegue agua con exceso de presión, de este modo se haría innecesario el uso de válvulas reductoras. “El uso de éstos mecanismos significa que una parte de la red de distribución recibe agua con presión excesiva y, cuanto mayor es la presión que suministra el grupo de bombeo, más energía consume”, aclara la experta.
Aunque es necesario adoptar medidas para ahorrar energía en el momento de regar, los expertos también consideran necesario establecer un protocolo de mantenimiento periódico de las instalaciones que supondrá un ahorro a largo plazo, ya que el uso continuado de la maquinaria conlleva su desgaste y con ello también se deteriora su rendimiento.
La relación agricultura-tecnología es reciente y por ello muchas comunidades de regantes que han construido sus infraestructuras de forma escalonada “deberían realizar cambios en el manejo de las instalaciones según las nuevas necesidades”, apunta Rocamora. “La red de riego se hace más compleja y es necesario estudiar en profundidad las alternativas de forma que la nueva situación no empeore la eficiencia energética de la red de distribución”, prosigue. De forma particular, el equipo de Carmen Rocamora también considera necesario aplicar medidas de ahorro y eficiencia energética a los equipos de bombeo. En primer lugar, estos equipos deben tener un tamaño adecuado y estar en la posición correcta. En los casos observados, la instalación de bombas en paralelo a las que se les aplica un variador de velocidad ha sido la medida más eficiente.
Las tarifas eléctricas, aunque variables en el tiempo, son otro factor que hay que tener en cuenta. Aunque por sí mismas no suponen un ahorro de energía, sí permiten economizar: “Se ha de adecuar el consumo de energía a las condiciones de las compañías suministradoras de energía eléctrica, de forma que los regantes se puedan beneficiar de determinadas ventajas (consumo en horas valle en que la energía es más barata, ofertas, etc.)”, aclara Rocamora. Este ahorro se puede obtener aplicando dos medidas: la primera, estudiar la tarifa eléctrica más ajustada a la potencia demandada y al consumo real; y la segunda, ajustar el consumo energético a la discriminación horaria. Es decir, en la medida de lo posible, conviene adaptar el consumo energético a los períodos en que la electricidad es más barata.
No resulta fácil aplicar las medidas recomendadas en las parcelas estudiadas, debido a la inversión de capital necesaria. Sin embargo, tal como explica el profesor de Tecnología Agroalimentaria y Agroambiental de la UMH y director del I Symposium Nacional de Ingeniería Hortícola Antonio Ruiz Canales, algunas empresas adoptan ideas para diseñar planes específicos, por ejemplo en campos de golf. “Se proponen sistemas de automatización del riego a través de simples programas de ordenador, con el objetivo de mantener siempre con la humedad justa la parcela”, explica Ruiz. Esto se traduce en ahorro económico, ya que, en muchos casos, para evitar la sequía en los campos de golf se riegan en demasía y se despilfarra agua.
A causa de la irrupción de elementos de automatización y telecontrol en las diferentes instalaciones, en el Symposium celebrado el pasado mes de febrero se propusieron nuevos indicadores para reflejar el grado de automatización de estas instalaciones, lo que supondría que el control que habría que llevar sobre los diferentes elementos sería menor. Un factor que también permitiría ahorrar.
Es evidente que la adaptación tecnológica de las parcelas supone una gran inversión por parte de los hidrantes. De ahí la importancia de que los conocimientos obtenidos en los diferentes estudios se trasladen al campo a través de la llamada transferencia tecnológica.
Lorena Santos