Instituto de Bioingeniería. Un equipo multidisciplinar

El Instituto de Bioingeniería (IB), del que es actualmente director el catedrático de Toxicología y profesor de la UMH Eugenio Vilanova, surgió en un principio como Centro de Investigación ‘Instituto de Bioingeniería’. En 2005, se instituyó oficialmente como instituto universitario. “Somos como una mezcla de todos los institutos de bioingeniería que existen en el mundo, ya que algunos son puramente de biología y otros de ingeniería. El abanico de grupos de investigación tan diferentes entre sí le aporta su riqueza, pero también su complejidad”, puntualiza Vilanova.

El IB cuenta, en la actualidad, con una plantilla formada por 41 profesores investigadores, 22 investigadores contratados y 15 investigadores en formación. Está compuesto por 9 unidades. La Unidad de Bioquímica y Terapia Celular se centra en temas de investigación y asesoramiento nutricional, tanto en el terreno del  deporte como en el de la salud. En este último ámbito, trata con personas con problemas de obesidad, sobrepeso y diabetes. Por su parte, la Unidad de Fisiología Celular y Nutrición indaga sobre temas relacionados con los receptores de estrógenos, la diabetes y las sustancias contaminantes.

Otro de los grupos presentes en el IB es la Unidad de Neuroprótesis y Rehabilitación Visual que está orientada a temas relacionados con la visión. Crea dispositivos electrónicos y desarrolla estudios moleculares y celulares. Se encarga de analizar la compatibilidad de la tecnología con el tejido cuando, por ejemplo, se realiza un implante en el cerebro con la finalidad de efectuar un registro eléctrico o se introduce un fármaco a través de una neuroprótesis. Asimismo, el Hospital Universitari Sant Joan d’Alacant acoge la Unidad de Ensayos Clínicos y Farmacología que trabaja con pacientes en temas relacionados con patologías como la hepatitis o la cirrosis.

El grupo más pequeño del IB es la Unidad de Ingeniería Celular y Tisular. Se dedica a gestionar los recursos biológicos y genéticos de la fauna en peligro de extinción. A su vez, la Unidad de Genética estudia la genética molecular y genómica de las plantas. Eugenio Vilanova señala que este equipo de investigación es diferente a las demás unidades biológicas del instituto, ya que no trabaja ni con animales ni en el campo biomédico, sino con plantas.

En el caso de los grupos más químicos del IB, la Unidad de Biomateriales se encarga de la caracterización físico-química de compuestos que se usan, por ejemplo, para la regeneración ósea. Por su parte, la Unidad de Diseño y Síntesis Molecular produce sustancias con estructuras complejas, de tipo nanomateriales con propiedades fotovoltáicas, utilizando moléculas orgánicas en lugar de sílice.

Por último, la Unidad de Toxicología y Seguridad Química estudia cómo los efectos tóxicos del medio ambiente afectan al ser humano. Desarrolla y monitoriza biomarcadores e identifica dianas del mecanismo molecular de toxicidad. Trabaja con insecticidas, especialmente los organofosforados. Asimismo, desarrolla métodos in vitro relacionados con la promoción de procedimientos alternativos a la experimentación animal para el estudio de mecanismos de toxicidad. “Seguimos el principio de las tres erres: reducción, refinamiento y reemplazo. Es decir, cualquier aproximación que permita disminuir el número de animales o que facilite un uso más racional y de menor sufrimiento para estos”, detalla el catedrático de Toxicología.

El IB posee un impacto medio de publicaciones científicas de 3,91 en el período de 1998 a 2015. Su director matiza que la productividad científica, la transferencia real de conocimiento, no se puede medir solo a través de un índice bibliométrico. “Cuando repercutes una actividad como, por ejemplo, asesorar a las instituciones sanitarias en temas de valoración de la calidad del agua potable,  tu opinión como experto se tiene en cuenta. Sin embargo, ningún baremo de actividad científica puede calcular el impacto de esas consecuencias que afectan a millones de habitantes”, puntualiza Vilanova.  Asimismo, cuando se concede un proyecto o un contrato de investigación, solo se registra en el año en que se contabiliza su ingreso. Pero la actividad repercute durante más tiempo.

El símbolo más peculiar del IB es su arquitectónica, ya que originariamente se diseñó como almacén de la Universidad. Parte de los promotores del centro pertenecían al Instituto de Neurociencias. Pero como su actividad no estaba orientada exclusivamente al sistema nervioso, se incorporaron a la nueva iniciativa. Se instalaron laboratorios y varios grupos de investigación.  Ante la falta de espacio, se acordó con el Vicerrectorado de Infraestructuras crear un nuevo inmueble y unir ambos. El catedrático de Toxicología expresa: “Cuando caminas ni siquiera te das cuenta de que son dos edificios porque están  bien integrados y acondicionados”.

Entre las funciones del IB también está la formación de investigadores. Por un lado, trabaja conjuntamente con el Instituto de Biología Molecular y Celular (IBMC) en el Máster Universitario en Biotecnología y Bioingeniería. Por otro, posee un programa de doctorado. “Tenemos más doctorandos con becas concedidas de los que académicamente podemos admitir. El sistema nos marca un límite. Estamos presionando para que la normativa cambie y se amplíe formalmente”, enfatiza Vilanova. Además, el IB propuso a la UMH que si un investigador que había estado vinculado al instituto, ya sea por un proyecto o un contrato, si solicita ser miembro de forma permanente y ejerce de docente en la Universidad, tiene garantizada su incorporación.

El catedrático de Toxicología prevé un futuro positivo para el IB: “La complejidad en la investigación ha ayudado a las colaboraciones entre instituciones y laboratorios. Al crecimiento de proyectos y número de personas que generan, a su vez, tesis doctorales. Esas cooperaciones generan riqueza y capacidad para producir cosas que antes eran impensables. En contrapartida, existen nuevas casuísticas ajenas a la ciencia, con incertidumbres y crecientes trámites burocráticos y exigencias en controles de bioseguridad, bioética, de seguridad y prevención laboral y ambiental y de complejidad de la justificación económica de las financiaciones. Pero cuando la investigación está bien hecha, nadie puede negarla”.

 

LA ANÉCDOTA

Eugenio Vilanova, director del Instituto de Bioingeniería (IB)
Eugenio Vilanova, director del Instituto de Bioingeniería (IB)

“Un día vinieron las personas de prevención de riesgos laborales porque teníamos que realizar un simulacro de incendios. Todos los investigadores nos reunimos en el punto de encuentro fuera del edificio. Entonces, alguien sugirió que nos hiciéramos una foto, ya que no teníamos ninguna de todos nosotros juntos. Con la misma cámara que trajeron las personas de prevención de riesgos laborales, nos fuimos al edificio de al lado, al Hélike, nos pusimos en la escalera y retratamos el momento. Esa fotografía es la imagen de presentación que aparece en la página web del IB”.

 

 

 

 

Patricia Santos

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