Cómo ayudar a los niños a comprender y aceptar la muerte
Mireia Orgilés, Universidad Miguel Hernández y José Pedro Espada, Universidad Miguel Hernández
Aunque la muerte es inherente a la naturaleza humana desde el momento del nacimiento, es un concepto abstracto, difícil de entender, que se elabora poco a poco durante la infancia. Comprender la muerte supone entender su relación con la vida.
A veces esa conexión surge cuando el niño se cuestiona la existencia de lo que tiene a su alrededor. Por ejemplo, cuando al observar los renacuajos de una charca pregunta: “Papá, ¿por qué existen las ranas?” Para, a continuación, plantear: “¿Qué pasa cuando nos morimos? ¿Yo me moriré?”.
Contacto con la muerte
Durante la infancia, podemos entrar en contacto con la muerte a través del fallecimiento de un familiar o de la muerte de una mascota. Estas experiencias muchas veces se afrontan sin saber lo que implica morir.
Comprender la muerte significa asimilar sus características innatas y definitivas. Supone entender que la muerte, por un lado, es universal y que todo lo que vive muere; y por otro, es irreversible y cuando el cuerpo muere no puede volver a la vida. Que el cuerpo pierde todas sus capacidades al morir, como la capacidad de pensar, aprender o reír. E implica también entender que hay causas externas e internas de la muerte.
¿Cómo lo entiende un niño?
El desarrollo cognitivo desempeña un papel fundamental a la hora de entender el fin de la vida. Por eso los niños pequeños no comprenden el concepto de muerte, que es abstracto y complejo.
Hasta aproximadamente los 2 años, los niños no reconocen la muerte como parte de la vida y no entienden lo que significa morir. Cuando una persona cercana muere, pueden reaccionar como si no pasara nada, aunque sí que perciben la tristeza o dolor de los demás.
Desde los 2 a los 5 años, conciben la muerte como un estado temporal o reversible. Es frecuente que pregunten cuándo va a volver la abuela, ya que para ellos morir no es el fin de la vida. A esta edad interpretan de forma literal la información que reciben. Por eso, frases como “está dormida”, “se ha ido a un lugar mejor” o “se ha ido al cielo” pueden crear malentendidos o ideas equivocadas.
En torno a los 5 años, empiezan a entender lo que supone morir. Preguntas típicas que formulan son: ¿dónde vas cuando te mueres? ¿me moriré algún día? ¿duele morirse? Aunque sienten curiosidad por la muerte, se muestran incrédulos y abatidos cuando advierten que la muerte es irreversible y universal. Preguntan con frecuencia sobre la muerte y se muestran preocupados por el hecho de que ellos van a morir algún día.
Aproximadamente a los 9 años entienden que la muerte es permanente y que tiene una causa. Y años más tarde, siendo ya adolescentes, el concepto de muerte empieza a estar al fin elaborado. Sin embargo, aunque los adolescentes entienden lo que significa la muerte, pueden no tener aún la madurez emocional para aceptar lo que implica.
Cuando no hay experiencias cercanas
Si el niño nunca ha experimentado una muerte cercana, le resulta doloroso aceptar que morir es inevitable y puede crearle una gran confusión. Los niños que han tenido una experiencia cercana tienen un concepto de muerte más realista y concreto.
Las películas, cuentos o videojuegos son una fuente de aprendizaje sobre la muerte. Sin embargo, a menudo transmiten una visión mágica o irreal: los personajes vuelven a la vida después de caer por un precipicio, recibir varios tiros o ver su cabeza partida en dos.
Cuando los niños son muy pequeños, su capacidad cognitiva no les permite distinguir que eso mostrado en la pantalla es fantástico o irreal. Si preguntan, deberíamos tratar de explicárselo.
El factor cultural
Comprender la muerte depende de la cultura en la que el niño se socializa. En occidente, se concibe la muerte como parte de la vida y despedir a un ser querido implica decir adiós para siempre. En la cultura oriental se percibe como una continuidad de la vida, con la creencia de que el alma vive después de que el cuerpo muere.
Un buen ejemplo de cómo la cultura influye en la comprensión de la muerte es la cultura mexicana. En el Día de los Muertos rinden homenaje a sus seres queridos, celebran la vida y la muerte, y recuerdan a las personas que han muerto con cariño y júbilo. Las familias mexicanas hacen partícipes a sus hijos, les cuentan historias sobre sus antepasados y hablan abiertamente con ellos de la muerte. Como la muerte está presente desde que son pequeños, no tienen miedo y aprenden de forma natural sobre ese momento de la vida.
El papel de la religión
En los niños con creencias religiosas coexiste la idea de que la muerte es irreversible con la creencia sobrenatural de que el alma vive más allá.
Las creencias religiosas aportan tranquilidad y dan significado a la muerte, con rituales que ayudan a afrontar la pérdida del ser querido. Según se concluye en una revisión de estudios, tienen menos miedo a la muerte las personas con creencias religiosas muy arraigadas o, al contrario, las no creyentes. Sin embargo, si se transmite a los niños la idea de que pueden ser juzgados o castigados después de morir, pueden sentir temor por el fin de la vida.
Cómo podemos ayudarles
Hablar de la muerte con los niños es duro para los adultos, ya que supone afrontar nuestros propios miedos. Nos preocupa si nuestros hijos se asustarán o el impacto que pueda tener en ellos.
Transmitir al niño que la muerte forma parte de la vida no es fácil. Sin embargo, las conversaciones sinceras son necesarias, ya que les ayudan a entender mejor la muerte. Explicarles que la muerte es irreversible requiere utilizar un lenguaje apropiado a su edad.
A los más pequeños se les puede decir que al morir nuestro cuerpo deja de funcionar y que nunca más lo hará. Los más mayores son capaces de entender mejor el proceso biológico de morir. Experiencias previas con animales o plantas ayudan a que el niño entienda el ciclo de la vida.
También se puede recurrir a películas infantiles. Por ejemplo, escenas como la de El Rey León, cuando, observando la sabana, Simba aprende que todos los seres vivos están conectados y que cuando una criatura muere nutre la tierra y nace una nueva vida, aceptando la muerte como una parte natural del ciclo de la vida. O películas como Coco, que está ambientada en el Día de los Muertos y aborda la muerte con respeto y alegría, transmitiendo la idea de que los seres queridos nunca se van mientras los recordemos.
Sinceridad con positividad
Aunque conviene ser sinceros, confirmando al niño que todo ser humano muere, determinadas ideas pueden aliviar su angustia. Podemos transmitirle que la mayoría de las personas mueren cuando son muy mayores o están muy enfermas.
Es importante animarle a expresar sus miedos y emociones, haciéndole ver que es normal sentirse muy triste o tener miedo al pensar que algún día se va a morir. Decirle que son sentimientos normales, que todo el mundo tiene, facilita que manifieste sus preocupaciones.
Mostrarle nuestro apoyo y disponibilidad para hablar, siempre que la idea de morir le preocupe, ayuda en este proceso complejo de aceptación de la muerte.
Por último, debemos alentarle a disfrutar de la vida, valorando el momento presente y recordando a los que ya no están para que sigan formando parte de nosotros. Porque, como se destaca en la película Coco, solo se muere del todo cuando se olvida.
Mireia Orgilés, Catedrática de Universidad. Experta en Tratamiento Psicológico Infantil, Universidad Miguel Hernández y José Pedro Espada, Catedrático de Psicología, Universidad Miguel Hernández.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.