Fernando Borrás: “Tenemos buenos pilotos, pero que les den un Ferrari no un 600”
El vicerrector de Investigación e Innovación de la Universidad Miguel Hernández (UMH) de Elche, Fernando Borrás Rocher, defiende que la investigación es un valor añadido de las universidades públicas frente a los centros privados. Para Borrás, la escalada de la UMH del 4º al 3er puesto en el ranking de productividad e investigación de las universidades públicas españolas, elaborado por la Universidad de Granada, es el resultado de invertir en conocimiento, innovación y transferencia. En este sentido, el vicerrector se muestra crítico con la falta de inversión en I+D y señala el buen trabajo que realizan los investigadores, a quienes compara con pilotos de fórmula uno, a pesar de no disponer de grandes medios.
¿Qué significa para la UMH estar entre las tres universidades públicas más productivas?
Es un reconocimiento fantástico del trabajo de todos nuestros investigadores y personal de administración y servicios. No es una medalla que nos colocamos nosotros, sino un reconocimiento externo. Y esto subraya que somos una universidad y no una institución de educación superior.
¿En qué se diferencian?
La institución de educación superior sólo imparte clase a sus estudiantes y cuenta con profesores, no con investigadores. Es el modelo por el que apuestan muchas universidades privadas: el estudiante va y le dan clase. Nosotros pensamos que debemos ser universidad. Y universidad significa que los profesores, además de impartir clase, generan nuevo conocimiento. Y esto sucede porque invertimos en investigación, no en grandes campañas de marketing para captar estudiantes.
Y el reconocimiento lo premia.
Sí, nuestros profesores hacen mucha investigación y buena. En la foto está el personal docente e investigador, el de administración y servicios y todos los que trabajamos aquí. Yo estoy contento porque ratifica nuestra apuesta por universidad en mayúscula y nos aleja de ese otro modelo. En esta provincia, por ejemplo, se quiere crear dos nuevas universidades a las que yo llamo instituciones de educación superior. Creo que hay que empezar a cambiar el nombre a las cosas. Porque, si no, parece que el padre que matricula a su hijo en uno y otro centro esté comprando lo mismo, pero no es verdad.
¿Cuál es el valor añadido de la universidad?
En una universidad los estudiantes reciben información sobre lo que vendrá, porque los profesores investigan, generan nuevo conocimiento y lo cuentan. Cuando un padre compra una formación para su hijo, no es lo mismo que la imparta un profesor que un profesor investigador. Como vicerrector de Investigación mi obligación es informar de que no es lo mismo. Los padres deben conocer por lo que pagan. Por eso la noticia nos enorgullece al ratificar que estamos haciendo las cosas bien.
Cuando un padre compra formación para su hijo, no es lo mismo que la imparta un profesor que un profesor investigador”
¿Cómo se consigue que los padres conozcan esas diferencias?
Tenemos que empezar a contarlo y a defender un bien patrimonial como es la universidad pública. No se puede cambiar el modelo de universidad pública investigadora por un modelo de universidad privada negocio. Porque entonces estamos cambiando el futuro y el progreso de este país por favorecer a unos cuantos que van a ganar dinero. Esto es difícil de encajar. Copiamos mal el sistema americano, que tiene universidades privadas que sí hacen investigación.
Porque invierten en ella.
Claro, la investigación es costosa. Si quitas la parte costosa y dejas sólo la ganancial, haces una institución de investigación superior disfrazada de universidad. Sólo ofreces un título. Ese es el valor diferencial de la investigación. Si un país abandona un modelo de universidad que genera I+D y lo cambia por un sucedáneo de universidad, puede pasar que dentro de 15 años el país se convierta en un país sin progreso, sin generación de conocimiento. Si se baja el recurso a la pública y se traspasa a la privada que en vez de gastárselo en investigación lo invierte en marketing, no se apuesta por el progreso.
¿Cómo afecta esa disminución de los recursos a los investigadores?
Nuestro hándicap como país es que la media que invertimos en I+D es el 2% del PIB. Antes de la crisis, España invertía el 1’4% en I+D, cuando la media de la OCDE está en el 2%. Nosotros no nos quejamos de que en un momento de crisis haya que reducir un poco la inversión, lo que no entendemos es por qué no somos un país civilizado que invierte en investigación. Es como si un padre decide comprar un coche a su hijo en vez de mandarlo a la universidad. El dinero puede ser el mismo, pero el coche al día siguiente ha perdido valor y si lo envía a la universidad está haciendo una inversión de futuro que crece en valor.
Tenemos buenos pilotos, pero que les den un Ferrari no un 600″
¿Cuál es la situación en otros países europeos?
Queremos parecernos a Europa pero sólo en algunas cosas. Por ejemplo, Alemania invierte un 2’84 % del PIB en I+D, Austria el 2’75% o Dinamarca el 3’09. ¿Cómo nos vamos a parecer a ellos con un 1’33% de inversión en I+D? Cuando el ministro Wert dice que no hay ninguna universidad española entre las 200 primeras, ¿cómo quiere que compitamos? Tenemos buenos pilotos, pero que les den un Ferrari no un 600. Todos los países de Europa que han sufrido la crisis estaban por debajo del 2% de media. La pregunta es: ¿Hemos tenido crisis porque no invertíamos en I+D? Porque parece que les ha ido mejor a quienes sí lo hacían. ¿Tendrá que ver algo que se apueste por una economía basada en la generación de conocimiento? Creo que sí.
Volviendo al ranking, el caballo de batalla de la UMH sigue siendo el doctorado hacia la excelencia.
Sí, pero eso es lógico porque mejorar en ese aspecto conlleva tiempo. El resultado que hemos obtenido ahora es producto de lo que empezamos hace 10 años. Si contamos con un doctorado excelente, contamos con talento propio y generamos conocimiento de una forma más fácil. Para ser más competitivos, hemos fusionado programas de gran nivel y excelencia. Este es el año de cambio de 17 a 11 programas de doctorado de mucho nivel.
España invierte sólo el 1’33% del PIB en I+D, cuando la media de la OCDE está en el 2%”
¿Cuánto tiempo trascurrirá hasta que se vean los frutos?
El investigador está en formación desde los 18 hasta los 30 años, entre tesis, máster y doctorado. Que seamos ahora los terceros es resultado del trabajo que empezamos en el año 2000 con una estrategia que, por ejemplo, premiaba a los investigadores que querían investigar con más horas de investigación. Por eso, la foto se verá dentro de 10 años.
¿Salud, ingeniería y tecnología agroalimentaria seguirán siendo las áreas que ocupen los primeros puesto del podio?
Nosotros somos muy potentes en esas áreas y, como el proceso es lento, es difícil que cambie de forma instantánea. Trabajamos para que el crecimiento sea uniforme y todo el bosque sea frondoso. El Centro de Investigación Operativa y el de Investigación en Deporte también han experimentado un gran crecimiento. La foto que hay que mirar es la de dentro de 15 años, que nos dirá si tomamos las decisiones acertadas.
¿Cuál es la estrategia para seguir mejorando?
La cuestión es que las personas tengan estímulos y sigan trabajando duro. Aunque los últimos años han sido duros por falta de recursos, los investigadores no han perdido el espíritu para hacerlo cada vez mejor. La estrategia es que quienes se incorporen continúen en esa misma línea, se sientan a gusto y motivados.
Aunque los últimos años han sido duros, los investigadores no han perdido motivación”
¿Es complicado motivar si faltan recursos?
El investigador mezcla trabajo y placer porque le apasiona. La cabeza de un investigador piensa constantemente, no sólo unas horas de lunes a viernes. Nuestra filosofía es que exista un equilibrio y quien disfrute de la investigación tenga más horas para ello. De esta forma hemos conseguido que el personal de la UMH trabaje en lo que le gusta y se sienta motivado.
¿Cuál es la instantánea hoy?
A pesar de la crisis, hemos seguido apostando por lo mismo: investigación, transferencia, creación de empresas… Hemos generado un tejido empresarial de alto valor añadido donde se incorporan personas muy bien formadas en la propia universidad. Los estudiantes conocen en clase el trabajo que hacen los investigadores y se motivan para crear empresas. Eso no lo puede hacer una institución de educación superior porque no genera tecnología ni la puede transferir. Si se favorece a la universidad privada, dotándola de más recursos, será más competitiva con la pública. Pero no son comparables porque no ofrecen lo mismo. Como país, debemos apostar por el bien público que es la universidad investigadora.
Belén Pardos