Brenda Milner, fundadora de la Neuropsicología
Nacida como Brenda Langford, Brenda Milner se graduó en 1939 en la Universidad de Cambridge (Reino Unido), justo al inicio de la II Guerra Mundial. Terminó su formación como investigadora en Canadá, en la Universidad McGill, donde ha sido profesora desde entonces.
Su trabajo ha ampliado enormemente nuestra comprensión del funcionamiento del cerebro. En particular, en lo que respecta a la memoria y el lenguaje.
El primer contacto de Brenda Milner en el mundo científico
Sus padres eran músicos. Él, el crítico de música del Manchester Guardian y ella, estudiante de canto. En su primera infancia no fue al colegio sino que aprendió desde casa. Tanto ella como su madre contrajeron la gripe española en 1918 y ambas sobrevivieron. Después, en una escuela para niñas es donde desarrolló su gran amor por las matemáticas y la física.
Su familia no tenía dinero, pero consiguió una beca municipal para estudiar Matemáticas en Cambridge. Durante su primer año se dio cuenta de que, aunque le gustaban, no eran su fuerte, así que se planteó pasarse a psicología.
Habló con el director del Laboratorio de Psicología de Cambridge y con su mujer, también psicóloga. Le dieron una enciclopedia de psicología experimental que leyó durante el verano. Y supo que le gustó la psicología desde ese momento. “No sabía que, además, resultaría ser una buena observadora”.
“Los neurólogos y los médicos saben muchas cosas que nosotros no sabemos. Pero creo que los psicólogos experimentales sabemos observar mejor a las personas.”
En ese momento solo había dos “colleges” para mujeres en Cambridge, con lo que el número de plazas para ellas estaban muy limitadas y la competición era feroz.
Su vida durante la Segunda Guerra Mundial
Estuvo enlistada en el ejército durante la IIGM pero no tuvo que acudir al frente. Como buena observadora, su papel se limitó a clasificar mediante pruebas psicológicas a los pilotos de la Royal Air Force, entre aquellos que lo harían mejor en un avión de combate y o en bombarderos. Después, trabajó para el físico y novelista C.P. Snow en un proyecto relacionado con radares, una tecnología crítica en la guerra contra los nazis. Allí conoció a un apuesto ingeniero eléctrico, Peter Milner.
“The things that come easily to you, you don’t particularly value them”.
A finales de la Guerra Brenda estaba dispuesta a volver a Cambridge, pero el equipo de científicos de Peter fue enviado a Canadá, para dar comienzo a la carrera nuclear canadiense. Zarparon en el Queen Elizabeth, un crucero cargado de “esposas de guerra”, chicas inglesas que se habían casado con soldados americanos.
Brenda quiso ver esta imposición como una oportunidad y empezó a trabajar como profesora de Psicología en la Universidad de Montreal. En 1952 se doctoró en la McGill University, con un estudio sobre los efectos a nivel intelectual de diferentes daños del lóbulo temporal, una zona del cerebro que hoy sabemos que está implicada en la retención de la memoria visual y la comprensión del lenguaje.
El descubrimiento de los sistemas de memoria
Uno de sus estudios más interesantes fue el llevado a cabo con un paciente que sufría una grave epilepsia por un accidente de bicicleta. Al paciente M.H. se le extrajeron partes del cerebro para reducir sus ataques, pero empezó a sufrir una amnesia que le impedía almacenar nuevos recuerdos. De hecho, aunque la Dra. Milner trabajó con este paciente durante más de 30 años, él nunca consiguió recordar su nombre.
Este paciente conseguía aprender las tareas específicas de aprendizaje que la doctora le planteaba cada día, pero no recordaba haberlas llevado a cabo el día anterior. Esto supuso el mayor hallazgo de su vida: la doctora demostró que la memoria a corto plazo y la memoria a largo plazo se almacenan en dos áreas diferentes del cerebro.
Sus estudios revolucionaron la forma de comprender el funcionamiento de la memoria. Milner descubrió que tenemos dos sistemas de memoria: uno a corto plazo o memoria operativa, con una capacidad limitada y que retiene la información durante unos 20 segundos, y otra memoria a largo plazo, con una capacidad ilimitada y, en principio, permanente. Con los experimentos de Milner, también quedaba claro que la memoria a largo plazo no es unitaria. Almacenamos de distinta forma los procedimientos: destrezas motoras, hechos, conceptos… Por eso el paciente podía aprender a realizar algunas tareas nuevas, aunque no lo recordase.
Brenda Milner, hoy en día centenaria, sigue trabajando. Es una de las mujeres más valoradas por sus aportaciones a la ciencia. Ha recibido numerosos doctorados honoris causa y premios. Ha dejado un legado de valor incalculable y es un referente para los profesionales de la psicología.
Por encima de todo, ha demostrado que con pasión por el trabajo se puede llegar muy lejos y resolver los misterios más profundos de nuestra mente, aquellos que nos definen, que no se pueden resolver con una fórmula, sino con la genialidad de mentes como la de Brenda Milner.
Por Mireia Orgiles Amoros, catedrática del área de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico en la UMH.
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