Azar y necesidad en la evolución biológica
Sergio Escamilla Ruiz, estudiante predoctoral en el Instituto de Neurociencias UMH-CSIC
El paleontólogo y teórico evolutivo Stephen Jay Gould popularizó en su libro La vida maravillosa el siguiente experimento mental: hagamos retroceder la cinta de la vida hasta antes de la aparición de los primeros mamíferos o reptiles, hasta el momento en que surgen los primeros seres pluricelulares. Si entonces le diésemos al play, y la historia de la vida volviese a ocurrir de nuevo, ¿estaríamos los humanos aquí y ahora? Gould determina con rotundidad que el principal motor que gobierna la evolución biológica es la contingencia, y que, por tanto, nada similar a los humanos podría surgir de nuevo. Para Gould la contingencia es el accidente histórico, aquellos eventos que no son predecibles, pero determinan la historia. Por ejemplo, los factores meteorológicos y astronómicos son contingentes, no se pueden contemplar en la fisiología.
Este experimento mental, cuya relevancia es de total actualidad, está íntimamente relacionado con la dicotomía del azar y la necesidad. Si la evolución biológica es puramente contingente, una sucesión de accidentes históricos con un fuerte componente aleatorio, entonces Gould estaba en lo cierto. Al contrario, si la necesidad prima, se esperaría encontrar seres no demasiado diferentes a nosotros tras repetir la historia evolutiva. En este contexto, la palabra necesidad hace referencia a una concepción determinista de la evolución: lo que tiene que pasar, pasará. La concepción determinista de la evolución suele venir acompañada de un ciego antropocentrismo: la historia de la evolución biológica no es sino el medio y las herramientas que tenía el Universo para alcanzar su cénit en nosotros: el Homo sapiens. Gould critica fuertemente esta concepción antropocentrista: “La historia de la vida es una narración de eliminación masiva seguida de diferenciación en el interior de unos cuantos supervivientes, no el relato convencional de un aumento constante de excelencia, complejidad y diversidad. (…) La vida es un arbusto que se ramifica copiosamente, y que es continuamente podado por el torvo cegador que es la extinción, no una escala de progreso predecible.”
Existen argumentos suficientemente convincentes para descartar la visión antropocentrista de la evolución. Con diferencia, los microorganismos son los seres vivos más comunes en nuestro planeta, de ahí la expresión “los microorganismos están de moda” (en sentido estadístico). Por otro lado, la nuestra es la única especie del género Homo que permanece sobre la Tierra desde hace algunas decenas de miles de años. Por tanto, la supremacía de este tipo de inteligencia no parece ser la cúspide evolutiva.
El azar, origen de toda creación
No obstante, existen más interpretaciones del papel que juega la necesidad en la evolución biológica al margen de concepciones antropocentristas. Jacques Monod, en su libro El azar y la necesidad, explica: “Decimos que las alteraciones (mutaciones) son accidentales, que tienen lugar al azar. Y ya que constituyen la única fuente posible de modificaciones del texto genético, (…), se deduce necesariamente que solo el azar está en el origen de toda novedad, de toda creación en la biosfera.” Más tarde continúa: “Una vez inscrito en la estructura del ADN, el accidente singular, y como tal esencialmente imprevisible, va a ser mecánica y fielmente replicado y traducido (…). Sacado del reino del puro azar, entra en el de la necesidad, de las certidumbres más implacables. Porque es a escala macroscópica, la del organismo, a la que opera la selección.” El error, la mutación, es por definición aleatorio, pero también necesario, pues sin él, no existe la evolución.
No obstante, Monod acaba otorgando el papel protagonista al azar: “Por la universalidad misma de sus estructuras, empezando por el código, la biosfera aparece como el producto de un acontecimiento único. Es posible, desde luego, que este carácter singular se deba a la eliminación, por la selección, de muchas otras tentativas o variantes. (…) El Universo no estaba preñado de la vida, ni la biosfera del hombre.” Y de esta interpretación azarosa de la evolución concluye: “Él (el humano) sabe ahora (…) que está al margen del universo donde debe vivir. Universo sordo a su música, indiferente a sus esperanzas, a sus sufrimientos y a sus crímenes. (…) La antigua alianza ya está rota; el hombre sabe al fin que está solo en la inmensidad indiferente del Universo de donde ha emergido por azar. Igual que su destino, su deber no está escrito en ninguna parte. Puede escoger entre el reino y las tinieblas.” Monod con esto no sólo aplica la aleatoriedad de la evolución biológica a la aparición de seres inteligentes, sino a la aparición de la propia vida en el planeta, proponiendo así un Universo donde la vida es el accidente, no la norma.
Por su parte, Gould considera simplificada la visión puramente aleatoria de la evolución, e incorrecta la visión determinista: “(La) tercera alternativa representa ni más ni menos que la esencia de la historia. Su nombre es contingencia, y contingencia es una cosa en sí misma, no la titulación del determinismo por la aleatoriedad.” Por tanto, Gould otorga un fuerte poder al azar, pero siempre operando en un contexto específico, de donde nace la contingencia. Gould retrocede aún más su cinta y aplica su experimento mental a la aparición de la propia vida, de donde extrae conclusiones diferentes a las de Monod: “Sospecho que, dada la composición de las atmósferas y océanos primitivos, el origen de la vida fue una necesidad química. La contingencia surge después, cuando la complejidad histórica entra en el cuadro de la evolución.”
Estos pensadores, de la década de los 70 y los 80 del siglo pasado, expresaron sus ideas acerca del papel del azar y la necesidad tanto en el origen de la vida como en la evolución biológica. Ambos rechazan la necesidad como la principal componente de la evolución biológica, y abogan por una concepción puramente aleatoria (Monod) o contingente (Gould). En cuanto a la aparición de vida, Monod sigue en sus trece y lo considera una lotería cósmica, mientras que Gould opta por incrementar el peso de la necesidad en este caso.
Todavía hoy no existe un consenso sobre el peso que tienen ambas componentes, el azar y la necesidad, en la aparición de vida ni en la evolución biológica. Sin embargo, el desarrollo de la ciencia permite especular sobre resultados experimentales y observacionales que estos autores jamás lograron ni imaginar.
BIBLIOGRAFÍA
Jacques Monod. El azar y la necesidad (1970). Tusquets Editores, S.A. Ediciones Orbis, S.A. ISBN: 84-7634-234-9
Stephen Jay Gould. La vida maravillosa (1989). Crítica. ISBN: 9788484322695.