Valentina Tereshkova, gaviota del espacio
La primera mujer que viajó al espacio, Valentina Tereshkova, cumplió 84 años el pasado sábado.
Cosmonauta, ingeniera y política rusa pero, sobre todo, pionera. El 16 de junio de 1963, la joven Valentina de 26 años gritó: “Eh, cielo, ¡Quítate el sombrero!” y despegó a bordo de la Vostok 6, nave en la que logró orbitar 48 veces alrededor de la Tierra en un viaje que duró más de 70 horas, y durante el que tomó fotografías del horizonte que permitieron conocer mejor la atmósfera terrestre.
En el libro Las mujeres de la Luna, los autores Daniel Roberto Altschuler y Fernando J. Ballesteros recogen que el vuelo de Valentina se enmarca en plena carrera espacial entre la Unión Soviética y Estados Unidos. La URSS ya había puesto en órbita el primer satélite artificial, el Sputnik 1; había enviado al primer ser vivo al espacio, la perra Laika; y al primer hombre, Yuri Gagarin a bordo de la Vostok 1. Sin duda, la Unión Soviética llevaba la delantera y Sergei Korolev, director del programa espacial soviético, pensó que ya había llegado el momento de enviar al espacio a una mujer para dejar claro que el comunismo trataba por igual a hombres y a mujeres.
En 1961, se puso en marcha un programa de reclutamiento al que se presentaron 400 voluntarias, de las cuales solo 5 fueron seleccionadas, dando lugar así al primer grupo femenino de cosmonautas: Tatiana Kuznetsova, Valentina Ponomaryova, Irina Solovyeva, Zhana Yerkina y Valentina Tereshkova. La siguiente misión en la que trabajaron fue un vuelo doble. Altschuler y Ballesteros explican en su obra que la idea inicial era que dos mujeres tripularan las naves gemelas Vostok 5 y Vostok 6 pero, con el fin de comparar los efectos que tiene el vuelo espacial en el organismo de hombres y mujeres, se decidió que el astronauta Valeri Bikovski tripulara la Vostok 5.
Valentina Tereshkova fue seleccionada para el puesto, no solo por ser una experimentada paracaidista, sino también porque encajaba en los intereses del gobierno. Su origen era humilde, desde una edad muy temprana había trabajado en una fábrica de neumáticos y posteriormente en la fábrica textil en la que trabajaba su madre, a la vez que estudiaba por correspondencia. La obra detalla que su ideología también acompañaba, pues a raíz de su trabajo en la factoría ingresó en las Juventudes Comunistas y fue avanzando puestos en el partido. Todos estos factores hacían de Tereshkova la candidata ideal, ya que sería el claro ejemplo de que el proletariado podía alcanzar grandes éxitos bajo el régimen comunista.
Tras la misión, la imagen de Valentina dio la vuelta al mundo en representación del feminismo soviético. Después, trabajó como piloto, se dedicó a investigar sobre los aerosoles de la atmósfera y mantuvo un papel muy activo en el la política rusa. Es una firme defensora de los derechos de las mujeres. A pesar de que la cosmonauta insistió en que quería volver al espacio, nunca le dejaron volar otra vez y, tras la muerte de Sergei Korolev, el grupo femenino se disolvió en 1969. Sin embargo, nada ha minado el deseo de Tereshkova de volver al espacio, y recientemente ha manifestado que le encantaría viajar a Marte, su planeta favorito, aunque solo fuese un viaje de ida. A lo largo de su carrera, ha recibido varios reconocimientos. Fue nombrada Héroe de la Unión Soviética, se le concedió la Orden de Lenin y en en dos ocasiones portó la antorcha olímpica: la primera en 2008 para los Juegos de Pekín y la segunda en 2014 para los Juegos de Sochi. Además, existe un cráter en la Luna nombrado “Tereshkova” en su honor y la Unión Astronómica Internacional bautizó el asteroide 1671 como “Chaika”, que significa gaviota en ruso, por el nombre en clave que utilizó Valentina durante su vuelo.