29 de octubre: Día Internacional del Ictus

Hoy se conmemora el Día Internacional del Ictus, un problema que afectará a uno de cada seis españoles. El grupo de Neuroingeniería Biomédica de la Universidad Miguel Hernández (UMH) de Elche, que dirige el profesor Eduardo Fernández, trabaja en el desarrollo de dispositivos y sistemas para ayudar a personas con problemas neuronales. Sus investigaciones sobre el ictus se centran en la rehabilitación precoz, a través de sistemas que se adapten a las necesidades de cada paciente porque, como explica Fernández, “las primeras horas tras haber sufrido un ictus son fundamentales”.

La investigadora del grupo de Neuroingeniería Biomédica Arantxa Alfaro explica en la siguiente colaboración las dificultades y retos a los que se enfrentan los pacientes que han sufrido un ictus y pone en valor la necesidad de investigar en neurociencia y neurorehabilitación para ofrecer alternativas terapéuticas.

29 de octubre: Día Internacional del Ictus

En 1990 un ictus paralizó la mitad derecha del cuerpo de Tomas Tranströmer, poeta sueco al que le fue concedido el premio nobel de literatura en el año 2011. El ictus además de dejarle hemipléjico, le impide hablar. Curiosamente, en 1974 había escrito estos versos: “Entonces llega el derrame cerebral: parálisis en el lado derecho / con afasia, solo comprende frases cortas, dice palabras / inadecuadas”. Ahora se comunica por escrito con ayuda de su esposa y toca el piano con una mano, la izquierda. Este poeta cambió el tradicional discurso en la entrega de los premios Nobel por un recital con orquesta de algunos de sus poemas. La música es su refugio y declara convencido: “El sonido de las palabras me proporciona una inmensa alegría”.

Históricamente, los científicos habían considerado al cerebro como un órgano con poca capacidad para reparar los daños sufridos a consecuencia de un ictus. Sin embargo, los avances más recientes en el campo de la neurorrehabilitación han demostrado que el cerebro puede modificar su organización en ciertas condiciones a través de los mecanismos de neuroplasticidad. Esta capacidad adaptativa del cerebro decrece con la edad pero nunca se detiene por completo. Aunque tras un ictus pueden existir daños irreversibles, durante un estrecho margen de tiempo, parte del tejido neuronal afectado puede ser potencialmente salvado si se realiza un tratamiento precoz, recuperando así su función. Los datos confirman que si un paciente que ha sufrido un ictus es atendido en las primeras horas, las probabilidades de fallecer o quedar con una discapacidad se reducen a la mitad, de hecho se estima que cada hora que pasa desde que una persona sufre un ictus equivale a un envejecimiento cerebral de cuatro años. Igualmente necesaria es una adecuada rehabilitación para superar las secuelas, ya que alrededor del 40% de los afectados sufrirá una discapacidad que le impedirá valerse por si mismo.

La información proporcionada por la Sociedad Española de Neurología es significativa: uno de cada seis españoles sufrirá un ictus a lo largo de la vida; el ictus es la primera causa de discapacidad grave en el adulto y de dependencia; la segunda causa de muerte en España, y la primera en la mujer española; y desde el punto de vista económico supone entre el 7% y el 10% del gasto sanitario. Además, se estima que en nuestro país el impacto demográfico, sanitario y social del ictus aumentará en las próximas décadas debido al envejecimiento de la población, sin olvidar que cada vez se registran más casos entre adultos jóvenes: entre el 15% y el 20% de los ictus afectan a individuos de menos de 45 años.

Una serie de hábitos de vida son fundamentales para prevenir su aparición, como el ejercicio moderado, una dieta equilibrada, evitar el tabaquismo, el consumo de drogas y el exceso de alcohol y realizar controles periódicos de peso, tensión arterial o del nivel de colesterol. Sin embargo, no menos importante es que la política sanitaria de nuestro país proporcione un sistema de atención al ictus bien organizado y en el que se disponga de los recursos adecuados. Esta planificación debería incluir una estrategia de educación sanitaria a la población, asegurar un diagnóstico y tratamiento precoz de la enfermedad y la rehabilitación de sus secuelas. Un eslabón clave es el apoyo a la investigación en neurociencias y neurorrehabilitación necesarias para poder ofrecer futuras alternativas terapéuticas a nuestros pacientes.

Las personas que han sufrido un ictus tienen que aprender a construir una nueva realidad con la que superar sus limitaciones, como escribe Tomas Tranströmer: “Hay en medio del bosque un claro inesperado que sólo puede encontrar aquel que se ha perdido”. Hoy es su día.

 

Arantxa Alfaro, investigadora del Grupo de Investigación de Neuroingeniería Biomédica de la UMH
Arantxa Alfaro

 

 

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