Un planeta lleno de vacíos

Artículo de opinión de los profesores de la UMH Juana María Botia Aranda y José Navarro Pedreño con motivo del Día de la Tierra

La celebración del día de la Tierra, el 22 de abril, pretende crear una conciencia ambiental  preocupada por los graves problemas  que afectan al mundo que habitamos. Esto  supone el reconocimiento de la acción del hombre sobre el medio ambiente provocando los efectos devastadores, tan conocidos como: la contaminación, la fragmentación del medio o la pérdida de biodiversidad, entre otros muchos.

El medio físico y los suelos son los soportes de nuestra vida, sobre la que desarrollamos la existencia como hombres y al mismo tiempo, son los pilares de los que dependen millones de especies en el planeta. Con el paso del tiempo, el proceso de la evolución ha permitido que las especies hayan ha ido adaptándose a las cambiantes condiciones ambientales, sustituyéndose unas especies por otras; siempre dentro de unas condiciones y posibilidades de desarrollo que proporcionaba el entorno y que variaban en función de los recursos materiales y energía existentes. Sin embargo, la acción del hombre ha sido inexorable, produciendo una modificación notable y evidente sobre la biodiversidad del planeta.

La acción humana ha hecho tambalear los frágiles equilibrios ecológicos y poner en peligro la supervivencia del medio”

Ya no son los cambios naturales propios del sistema Tierra a los que da respuesta la vida con su evolución, sino que es la capacidad del hombre la que altera el planeta, siendo de tal envergadura que todos los organismos internacionales coinciden plenamente en hablar de cambio global, cambio climático, desertificación y otros procesos inducidos por el ser humano y que afectan negativamente tanto al resto de especies, como a nosotros mismos. El pasado año fue especialmente crítico, ya que se batieron todos los records sobre los procesos de deforestación, deshielo en los polos y el incremento en el número de especies amenazadas.

En los países desarrollados y en el caso concreto de España, podemos encontrar amplias zonas en las que hay especies desaparecidas que han dejado vacío su nicho ecológico, provocando una alteración en el ecosistema difícil de corregir. En algunas ocasiones, estos vacíos han sido ocupados por especies de características similares a las desaparecidas, pero que son especies alóctonas o exóticas. Lamentablemente, en la mayoría de los casos, la introducción de especies alóctonas por actividades del hombre se ha producido en hábitat donde no habían nichos vacíos y la especie alóctona ha competido con la ya existente haciéndola desaparecer.

Siempre se habla negativamente de especies exóticas e invasoras, ya sea con alóctonas ocupadoras o invasoras, sin  embargo, esta situación debería hacernos reflexionar sobre si en verdad todas las especies alóctonas producen el mismo daño al ecosistema o simplemente ocupan esas sillas vacías dejadas por otras especies (sea provocado o no, por el hombre). Por ejemplo, la desaparición de los grandes herbívoros en zonas de Alicante o Murcia, como ciervos o cabras montesas y su sustitución por arruís o muflones escapados de los cotos sin control, viene a representar la ocupación de una especie por otra, de un nicho vacío que sabemos que está en el ecosistema. ¿Cuál sería la estrategia más adecuada? ¿Ocupar los nichos vacíos con otras especies o recuperar a los herbívoros autóctonos? O lo que es lo mismo: ¿especies alóctonas “ocupadoras” o especies “autóctonas”? Sin duda es un tema complejo y no libre de una gran controversia.

En muchas otras ocasiones, el afán lucrativo nos ha llevado a importar especies foráneas para su comercialización, pero el desarrollo de estas especies como siempre sucede, escapa a nuestro control. Los visones americanos o el cangrejo americano son claros ejemplos de especies  “alóctonas invasoras” dado que las correspondientes especies autóctonas, tenían en nuestros ecosistemas sus propios representantes, lo que ha provocado un desplazamiento y casi la desaparición de las especies autóctonas con grave deterioro de nuestros ecosistemas. En otras situaciones, la voracidad de las especies alóctonas introducidas, como los siluros o las carpas, simplemente arrasan con todas las especies locales.

También debemos reflexionar sobre si las especies alóctonas o “extranjeras” son toleradas por las administraciones públicas y no incluidas en las listas de especies exóticas debido simplemente a los beneficios económicos que dichas especies nos reportan, sin pensar en el daño que pueden provocar en el medio ambiente. Este es el caso del Eucalipto, cuya presencia en nuestros espacios naturales protegidos no deja de ser perjudicial, teniendo que proceder incluso a su extracción en el caso del Parque Nacional de Garajonay en la isla de la Gomera.

Otra situación de lamentable actualidad es la utilización y explotación de especies “extranjeras”, consideradas invasoras, y que con tanta alegría se da en jardinería, en agricultura o en ganadería”

Actividades como la caza y la pesca también deberían tener un mayor control y seguimiento sobre dichas especies. En general, puede plantearse la prohibición de su uso en los casos de especies invasoras (sin nicho vacío) y considerar la posibilidad de la gestión en los casos de especies ocupadoras (con nicho vacío).

Quizás debemos reflexionar sobre el hecho de que estamos dejando un planeta vacío, desequilibrado (con nichos vacíos) y que a pesar de todo, en nuestras manos todavía está (y es posible) la recuperación del medio físico, la restauración de especies autóctonas y el mejor aprovechamiento de aquellas especies que están adaptadas a nuestro entorno. No debemos dejar un planeta lleno de vacíos y ausencias, sino lo más biodiverso posible. Las especies alóctonas representan a un feroz enemigo pero quizás en algunas situaciones (concretas y determinadas) puedan ser consideradas como buenos amigos.

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Juana María Botia Aranda, vicedecana de la Facultad de Ciencias Experimentales

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José Navarro Pedreño, profesor de Ciencias Ambientales

 

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