Suicidios: alteraciones en los genes y marcadores cerebrales

El profesor de Farmacología de la Universidad Miguel Hernández (UMH) de Elche Jorge Manzanares y el profesor de Patología y Cirugía y forense del Instituto de Medicina Legal de Alicante Salvador Giner han encontrado alteraciones similares en cerebros de personas que se han suicidado. A largo plazo, estos resultados podrían utilizarse para abrir nuevas vías de investigación y diseñar fármacos o estrategias terapéuticas que disminuyan las tendencias suicidas. En el proceso se analizan genes y marcadores comunes, concretamente en muestras de ARN, de pacientes que no recibían tratamiento farmacológico.

La investigación se desarrolla en el Instituto de Neurociencias, centro mixto UMH-CSIC, a través del convenio con el Instituto de Medicina Legal de Alicante y la Conselleria de Justicia. Tras pasar las pruebas de los comités de ética, de las 1100 autopsias realizadas de forma anual durante  los últimos siete años, la muestra sobre la que se ha llevado a cabo la investigación ha sido de 70 cerebros. Para poder hacer un buen análisis, el cerebro no debe haber sido alterado por algún fármaco o sustancia estupefaciente.  “Si se conocen los mecanismos alterados en las personas que se suicidan, podremos identificar receptores o genes que se altera en este acto y mejorar los tratamientos existentes”, explica Manzanares.

El primer paso es obtener las muestras. “Hay que hacer cuatro cortes en diferentes regiones cerebrales: una a nivel frontal, otra a nivel del núcleo caudal, una tercera en el hipocampo y la amígdala y otra en los cerebelos”, establece Salvador Giner. Estas muestras se embolsan y se guardan en una nevera a -80º C. Después, el proceso de investigación es largo y se contrasta con estudios en modelos animales en los que  se modifican las proteínas, a la máxima o a la mínima expresión, y se observan las posibles alteraciones en los procesos de ansiedad.  Por otro lado, se estudian los posibles cambios en las rutas metabólicas de algunos elementos claves en la regulación de la ansiedad. Las hormonas cortisol o el Eje hipotalámico-hipofisario-adrenal –conocido como el eje del estrés- están alteradas en muchas patologías psiquiátricas que cursan con ansiedad y por ello son susceptibles de ser estudiados.  También se observan los ligandos, receptores y genes que tienen relación con la plasticidad cerebral ya que, como puntualiza Manzanares, se sabe que en modelos animales y en individuos depresivos estos elementos se alteran cuando hay estrés: “Los cerebros pierden neuronas y se hacen menos plásticos cuando hay existe un estrés crónico”. Un tipo de pacientes de este grupo serían los normópatas, es decir, personas que no manifiestan las preocupaciones y se reprimen hasta el punto de cometer un acto suicida.

Hasta el momento, se han detectado modificaciones en la proteína FKBP5, que regula la actividad del eje del estrés, y en diferentes genes que afectan a la vía Notch, relacionados con la plasticidad cerebral y que regulan la regeneración neuronal. Además, han encontrado alteraciones en el gen del receptor Cannabinoide 2, cuya ausencia en modelos animales se relaciona con la ansiedad y la depresión. En pacientes suicidas se ha detectado una expresión mínima de este gen. “Quizá la modulación farmacológica de ese receptor podría ayudar a una mejora de conducta”, enfatiza el experto. El sistema Cannabioinde constituye un proceso de neurotransmisión nuevo y se localiza en muchas regiones cerebrales, por lo que regula diversos procesos neurofisiológicos, de ahí la importancia de su estudio.

De acuerdo con la  Organización Mundial de la Salud, los trastornos depresivos unipolares (el trastorno del estado de ánimo es grave, inmotivado, no desencadenado por factores externos) ocuparon el tercer lugar en la causa de carga global de enfermedad en 2004 y llegarán al primer puesto en 2030.

 

 

Lorena Santos

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