La microbiología se convierte en la base de futuras investigaciones sobre la evolución del planeta Tierra o la secuenciación del genoma humano
“El problema de las bacterias es que sólo las notamos cuando nos hacen daño. Las películas, los medios de comunicación, la sociedad y la cultura en general nos han llevado a ver los microbios como algo exclusivamente peligroso. Sin embargo, si el número de especies bacterianas en total fuera de unos 30 millones, apenas 300 serían patógenas”, asegura Manuel Sánchez, profesor en el Departamento de Producción Vegetal y Microbiología de la UMH.
El objetivo de su docencia es dar a conocer la importancia de la evolución e investigación en el campo de la microbiología, el análisis de los microbios, una rama de la ciencia muy útil en el largo plazo pero cuyos resultados a menudo son ignorados por la falta de aplicaciones inmediatas.
Sin embargo, la elaboración de combustibles, la minería, la producción textil o la ecología microbiana constituyen campos de la investigación que en su parte inicial y más básica dependen de cómo avance la microbiología. Esta última rama, la de la ecología microbiana, supondrá según Manuel Sánchez una verdadera revolución: “Una gota de agua de mar está llena de microorganismos y son ellos los que hacen posible la vida en la Tierra. Entender cómo la acción del ser humano repercute en estos microorganismos puede dar pistas de cómo va a evolucionar el medio ambiente en los próximos años”.
Precisamente el agua, desde el Mar Mediterráneo hasta las aguas del Amazonas, pasando por las salinas de Santa Pola, es el entorno en el que investiga el Evolutionary Genomics Group (EGG), grupo de investigación de la UMH encabezado por el profesor Francisco Rodríguez Valera. Mediante el empleo de sistemas metagenómicos, el grupo investiga la secuenciación del genoma de los diversos tipos de bacterias que se encuentran en un mar determinado. El EGG, traduce el lenguaje de millones de bacterias marinas y acuáticas en general para hacerlo comprensible a los seres humanos.
El grupo de investigación de Rodríguez Valera emplea el mismo nivel tecnológico que se utiliza para la secuenciación del genoma humano, lo que supondrá que en un futuro el personal esté plenamente capacitado para trabajar en este campo. “El simple hecho de ejercitar este tipo de aproximaciones y de formas de entender los problemas ya es útil porque será el caballo de batalla de toda la tecnología del siglo XXI”, asegura el investigador.
Para Rodríguez Valera, este tipo de investigaciones requieren sobre todo de mucha paciencia. La visión de que todo el mundo tiene que llevar a cabo investigación aplicada es “muy equivocada, porque la ciencia no funciona así”. “La investigación aplicada sólo puede salir de un punto donde hay muy buena investigación básica. En el siglo XVIII la electricidad era investigación básica y no se sabía cuál sería su aplicación final”.
Bacterias y alarmismo social
A pesar de los resultados positivos de las investigaciones en el campo de la microbiología, todavía hoy continúa la percepción social de que hablar de microbios es sinónimo de hablar de enfermedades. Basta para darse cuenta con pensar en algunos de los temas más difundidos sobre bacterias: La Escherichia coli (conocida como E.coli), causante de una crisis alimentaria el pasado verano, o el famoso aunque ya olvidado ataque bioterrorista con esporas del microorganismo causante del carbunco o ántrax, que provocó un pánico casi generalizado a abrir sobres en los Estados Unidos.
Según Manuel Sánchez, gran parte de la culpa de esta percepción la tienen los medios de comunicación, quienes acostumbran a reproducir únicamente las noticias malas, las que “causan alarmismo”, pero “no reproducirían noticias que hablaran de que una bacteria determinada está ayudando a los procesos de depuración del agua”.
Además de investigador, hace ya más de cuatro años que Manuel Sánchez se lanzó al mundo de la comunicación y decidió poner en marcha su blog, Curiosidades de la microbiología, bajo una sencilla premisa: “Hablar de ciencia como si lo tuviera que entender mi abuela”. Así despierta el profesor el interés entre sus alumnos de primero de carrera que, recién salidos del bachillerato, tienen que tomar contacto con la microbiología.
Su objetivo fundamental es huir de las presentaciones clásicas de diapositivas y optar por las curiosidades, las anécdotas y las historias llamativas para presentar su asignatura. Precisamente porque para Manuel Sánchez, otra de las principales causas de esta incultura científica es el modelo educativo: “Creemos que la cultura es sólo hablar de humanidades y no nos paramos a pensar que cultura es también saber qué es la Ley de la Gravedad, o qué significa la Evolución o la termodinámica. Tan importante es que un alumno sepa el Quijote como la 1ª Ley de Newton, pero aquí si eres un analfabeto científico no pasa nada”.